Y siguiendo con la confección del equipaje y material que hará el Camino conmigo no faltará una mochila ligera en la que llevar la ropa y el resto de enseres personales. La mochila, cuyo contenido exacto lo iré dilucidando y os contaré más adelante, será ligera pero no necesariamente pequeña (en torno a 60 litros), aunque tampoco grande en exceso pues evitamos tentaciones de llevar el armario de casa o algo que no sea realmente imprescindible. Además abundan las lavanderías (mejor dicho lavaderos) a lo largo del trayecto. Los albergues cuentan con ellos.
La verdad es que desde que se implantaron los forros polares (de diferentes densidades) en el mercado el problema del calor y en especial del peso para travesías y rutas como ésta dio un suspiro de alivio. Una capa de agua se encargará de solventar las lluvias (esperemos no usarla en todo el viaje). Después de sopesarlo prefiero llevar un forro polar de 200 gramos/m2 y si el frío aprieta (no debería por la época del año), la capa de agua es un buen aliado para mantener la temperatura. Ropa cómoda y ligera de algodón, con pantalones largos (las perneras evitan más problemas solares que el calor que proporcionan, si son de algodón. Soy de los que prefieren pantalón largo en todas las épocas del año.
En la cabeza (aparte de muchas ilusiones), sombrero y gafas de sol. Un bastón de trekking es siempre buen compañero de viaje pero si el viajero es además, como mi caso, amante de la fotografía, mejor llevar un monopie para caminar. En el mercado existen unos cuantos ligeros, con empuñadura muy cómoda, sin punta de metal (pues con el asfalto me puede machacar las articulaciones) y con cabezales de todo tipo que permiten cumplir las funciones de “trípode” de una sola pata para la cámara y de bastón de apoyo para la marcha.
Y llegamos a los pies, la parte más importante del cuerpo cuando de realizar una caminata de casi 800 kilómetros hablamos. Por las características del terreno, no son necesarias unas botas de montaña. Ni siquiera de media montaña. Salvo el inicio pirenaico y las etapas más montañosas en tierras leonesas y gallegas, la mayoría del recorrido es una senda-pista cómoda. Incluso asfalto. Tampoco creo que las sandalias (es cierto que las hay maravillosas) sean una opción acertada a la larga. El mejor calzado es una zapatilla tipo trekking, muy cómoda y de suela semirígida. Por supuesto con Gore-Tex o similar pero lo más importante es que sea muy muy cómoda. Y esto sólo se consigue por las características del calzado (en este apartado no voy a escatimar lo más mínimo pues es el éxito o el fracaso del peregrino) y “domarlas” previamente a la realización del Camino, que cuando empecemos en Roncesvalles mis pies y las zapatillas ya sean íntimos amigos… A pesar de todo no faltará un pequeño botiquín con lo básico. Además de básico, podría decir también mínimo pues en todas las etapas hay farmacias a mano. Los calcetines son, aunque no lo parezca, muy importantes. Tampoco voy a escatimar. Por último llevaré unas sandalias para descansar los pies al final de cada etapa.
Y ahora viene la parte técnica (fotografía, internet, portátil, etc.) pero esto os lo cuento el próximo día para no extenderme demasiado con este post.
Alfonso:
ResponderEliminar¡ Enhorabuena por esta iniciativa de grandes rutas !.
La primera que has elegido me parece un gran acierto porque el Camino de Santiago es algo muy especial por muchísimas razones, al margen de cualquier consideración de tipo religiosa.
Creo que es cierto lo que escribió Julio Llamazares en un artículo sobre el río Curueño: " los caminos no se andan con las piernas sino con el corazón " y que tal reflexión es, más que nunca, aplicable a esta ruta milenaria porque en el fondo quienes la recorren no hacen otra cosa que un viaje al interior de uno mismo.
Adelante Alfonso, me encatará seguirte por tus rutas.
Por cierto: compartimos afición por los "moleskine"
Muchas gracias Víctor. Bienvenido a este viaje por las Grandes Rutas recién iniciado.
ResponderEliminarEl Camino Francés es el primero de otros muchos recorridos inolvidables. ¡Que razón llevas con la cita de Llamazares!. Me ha recordado que precisamente muy cerca de otra gran ruta (la senda Transpirenaica GR.11) Julio Llamazares centra una de sus mejores novelas: "La lluvia amarilla". Ainielle, un pueblo abandonado entre el Alto Gállego y el Serrablo. Un lugar mágico en el que pasear, meditar y vivir la tranquilidad d este enclave pirenaico cercano a Ordesa y el valle de Tena por el que pasa esta gran ruta á la que seguro dedicaré futuros post. Por supuesto, apuntes previamente anotados en el moleskine...
Un saludo,