domingo, 19 de diciembre de 2010

A casa: 2.652 km.



9º día. Honinnsvag-Alta: 207 km.


Continuamos al borde del acantilado sobre el Océano Glaciar Ártico, junto al famoso globo terráqueo que indica que hemos conseguido un sueño. Un sueño del que, como tantos otros buenos sueños, no queremos despertar. Frente a nosotros la siguiente masa terrestre es ni más ni menos que el Polo Norte (a unos dos mil kilómetros). Hemos conseguido la gesta que el italiano Francesco Neri, el primer turista, consiguiera en 1664. Ahora que veo el mar ahí abajo me imagino cómo debe ser la llegada en barco en verano, bajo un espectacular sol de Medianoche. Durante la época estival las formas de acceder al Cabo Norte son básicamente dos: bien en bote desde Honningsvag, Kamoyvaer o Skarsvag hasta el pequeño puerto de Hornvika y desde allí subir caminando los 307 m. de desnivel del acantilado por la empinada ladera como hicieran los primeros turistas hace más de cien años, o bien en coche por la misma carretera que hemos venido nosotros. Cada una tiene su atractivo.






Seguimos junto al globo terráqueo, observando un mar que no se hiela. Desde luego sorprende que a pesar del gélido decorado, el mar no esté congelado. La corriente cálida del Golfo de México hace que, a pesar de encontrarnos en latitudes tan septentrionales, el agua no se congele nunca y prolifere una gran industria pesquera en el que es el mar más rico del mundo en pesca.






Embelesados, la mente se resiste a volver, seguramente aferrándose al recuerdo de días pasados en Honninsvag, bajo vientos de 160 kilómetros/hora y temperaturas de 10 grados centígrados bajo cero. Por fortuna hoy las condiciones son mejores, pero no obstante hace frío y seguro que el cuerpo agradece algo de calor en el interior del Hall del Cabo Norte, con la mayoría de salas de esta magnífica obra arquitectónica de 5.000 metros cuadrados subterráneas: Antes de que le demos ese gusto al cuerpo, la vista se nos va hacia la izquierda, hacia el punto donde se dirige la desviación en la que iniciamos nuestra marcha con las raquetas de nieve. Ese camino de 9 kilómetros conduce al cabo Knivskjellodden, una solicitada excursión senderista estival. ¿Por qué?


Este fino y alargado cabo (foto), el Knivskjellodden, es en realidad el extremo más septentrional de Europa continental, emplazado a 71º 11’ 08’’.






Ahora si, el cuerpo manda y buscamos cobijo en el Hall para cumplir con la tradición. Como mandan los cánones, se debe brindar con champagne y caviar ártico como nuevo miembro del Royal North Cape Club. No hay mejor despedida hacia el calor de España. Antes resta regresar a Alta para tomar al día siguiente el vuelo de regreso a Oslo y Madrid. El camino de regreso se hace como ya es habitual para nosotros, en medio de un paisaje helado, de una magnífica tundra ártica con algo de taiga. Recordamos los intensos y deliciosos días vividos en Finnmark, la amabilidad de sus gentes y la austeridad de sus paisajes. Pocas veces algo austero puede ser tan bello. Un par de alces junto al camino rompen la blanca soledad. Sin mayor novedad llegamos a Alta y observamos de nuevo, como hicimos el primer día, el cartel con decenas de distancias kilométricas a lugares en todo el mundo. Busco Madrid, nuestro próximo destino.


1 comentario:

  1. Me gustan mucho las fotos que pusiste en las entradas.La de las señales me encantó! Mi hermano en cuanto la vió empezó a leerlas todas y molan jeje.Desde donde y hasta donde hiciste el Camino de Santiago? espero que me contestes pronto.Un beso, tu prima Maria.

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