El GR.11 se adentra en el abetal de Ordino. |
Un afortunado encuentro con el mochuelo boreal. |
He llegado a la mitad del recorrido. A la mitad de este viaje que da la vuelta a Andorra por su mejor naturaleza. Hasta ahora he visitado bosques mediterráneos con presencia de encinas en Sant Julià, bosques de pino rojo como el de La Rabassa o Sispony, el bosque de ribera a orillas del Valira, el curioso abedular de Compadrosa… me reservo una cita con el bosque de pino negro del Campeà (más adelante), y como no podía ser menos, no puede faltar una jornada dedicada a conocer un buen bosque de abetos.
Al este de La Massana se encuentra la parroquia de Ordino. El próximo día lo dedicaré a visitar el parque natural de Sorteny, en esta misma parroquia, pero de camino, os recomiendo deteneros en el coll de Ordino. El acceso se realiza desde el propio pueblo de Ordino a través de una carretera de bello trazado (CS-340) por la ladera occidental del collado, paso natural entre las parroquias de Ordino y Canillo. El collado de Ordino separa las montañas del Bony de les Neres (2.211 m .) y el Pic de Casamanya (2.752 m .), una de las montañas más emblemáticas de Andorra. Allí, a 1.983 metros de altura se localiza este altozano paso de montaña.
Collado de Ordino. |
En el interior del bosque
Vengo en busca de los abetos, y para ello he de recorrer la ladera occidental, la umbría, la ladera por la que serpentea la carretera desde Ordino. Es una carretera generosa en vistas panorámicas. De hecho encontraréis dos miradores perfectamente acondicionados, uno en el WP.GR.4.23, que ofrece unas prodigiosas panorámicas completas a media ladera del valle de Ordino e incluso Compadrosa, etc. y el otro en el alto, en el collado (WP.GR.4.24), donde existe además una tabla semicircular con la identificación de las cumbres y referencias orográficas que se atisban desde su privilegiada situación. Andorra ha acondicionado una red de miradores repartidos con buen criterio a lo largo y ancho del territorio.
Mirador en el coll de Ordino. |
Por la ladera conocida como el bosc del coll d’Ordino, sube no sólo el asfalto, pasa también el trazado del sendero de Gran Recorrido GR.11, la ruta más célebre de los Pirineos. El GR.11 cruza la preciosa Obaga de Redori, a los pies de la Serrat d l’Enfreu, estribación montañosa que se descuelga de las laderas del Casamanya. El trazado del GR puede ser una magnífica senda por la que adentrarse en el abetal, que comienza a hacer acto de presencia aproximadamente a partir de los 1.600 metros de altitud, por encima del pino rojo, y encuentra su óptimo en los 1.800 metros . Los abetos muchas veces forman bosques con el pino rojo pero de vez en cuando ofrecen manchas puras de abetal que harán las delicias de quien hasta aquí se aproxime.
Yo estacioné el vehículo en el área de descanso próxima a la Font Verda, en la Font de la Navina (km.7; WP.GR.4.25), y me dejé guiar, bajo la sombra de los abetos, por las señales blancas y rojas del GR ladera arriba hasta el collado. Os toparéis en este tramo con el Camí Tomb de les Neres, pero a él me referiré el penúltimo día de ruta, cuando me detenga en la collada de Beixalís.
Detalle de las hojas del abeto blanco. |
Me adentro en el bosque. Allí sólo reina el silencio. Un silencio convertido en el reino de corzos, pito negros y mochuelos boreales. En el suelo aparecen las piñas mordisqueadas por las ardillas, en la parte baja del bosque los troncos rectos, grisáceos blanquecinos, que ascienden hacia el cielo como poderosas columnas de las que irradian ramas a modo de “sombrilla” en los abetos más altos. Algunos ejemplares alcanzan los 50-60 metros de altura. Los más viejos con su corteza más oscura y resquebrajada, no con el blanco tan característico que da nombre a la especie.
En el sotobosque bajo la sombra perenne, crecen pocas plantas; emergen plantones de pequeños abetos blancos, con sus relucientes acículas, no muy resinosas, que dentro de algunos años alcanzarán los portes de sus progenitores. Concluye la primavera. Las ramas de estos pequeños abetos han echado un nuevo brote de acículas, que se diferencia perfectamente por el color verde claro frente a las hojas más oscuras.
Pico Casamanya desde el collado. |
Un encuentro de lujo en el abetal
Una vez más estoy de suerte y hago pleno: un corzo (Capreolus capreolus), esquivo como siempre, se pierde velozmente de mi vista. Ha sido un encuentro frugal. Como casi todos los que he tenido en mi vida con este cérvido, el más pequeño del continente. Pero hay que consolarse con esta difícil visión que ya se sabe, si breve, dos veces buena. Más fortuna tengo con una pareja de pito negro (Dryocopus martius) que se “persigue” de árbol en árbol. Viene a mi mente aquel encuentro pasado con sus “primos” picapinos en los bosques de Muntaner. Los pitos negros no se dejan ver con esa facilidad. Son mucho más escasos y también más esquivos.
Por último confirmo el “triplete” con el mochuelo boreal (Aegolius funereus) o lechuza de Tengmalm. Caminar despacio, en sigilo y atento a los huecos en los troncos de los árboles tiene su espectacular recompensa. Desde el interior de uno de esos huecos circulares, dos ojos amarillos me miran. Por supuesto él se ha dado cuenta de mi presencia mucho antes que yo de la suya. Por unos momentos compartimos bosque. Una gozada tener ante mí a esta pequeña rapaz de máxima complejidad a la hora de ver debido a su carácter nocturno. Agazapado en la seguridad del tronco, desde el interior de un nido que tiempo atrás tuviera como inquilino y constructor a algún pito negro, la escasa luz y su tímido asomo, apenas me dejan ver el disco facial oscuro tan característico. Me conformo con esos pequeños ojos amarillos, pertenecientes a latitudes más boreales que aquí se convierten en una rareza de extremado valor, y que se clavan en mí con la mirada propia de los strigiformes. Le dejo descansar y reponer fuerzas hasta que llegue la noche. Su noche. Un momento inolvidable y uno de mis mejores experiencias en la naturaleza andorrana.
Por último confirmo el “triplete” con el mochuelo boreal (Aegolius funereus) o lechuza de Tengmalm. Caminar despacio, en sigilo y atento a los huecos en los troncos de los árboles tiene su espectacular recompensa. Desde el interior de uno de esos huecos circulares, dos ojos amarillos me miran. Por supuesto él se ha dado cuenta de mi presencia mucho antes que yo de la suya. Por unos momentos compartimos bosque. Una gozada tener ante mí a esta pequeña rapaz de máxima complejidad a la hora de ver debido a su carácter nocturno. Agazapado en la seguridad del tronco, desde el interior de un nido que tiempo atrás tuviera como inquilino y constructor a algún pito negro, la escasa luz y su tímido asomo, apenas me dejan ver el disco facial oscuro tan característico. Me conformo con esos pequeños ojos amarillos, pertenecientes a latitudes más boreales que aquí se convierten en una rareza de extremado valor, y que se clavan en mí con la mirada propia de los strigiformes. Le dejo descansar y reponer fuerzas hasta que llegue la noche. Su noche. Un momento inolvidable y uno de mis mejores experiencias en la naturaleza andorrana.
Tronco blanquecino que da nombre a la especie. |
Las proximidades del collado son también hábitat del muflón. Hoy no he visto ninguno, pero ya os adelanto que pude resarcirme poco antes de concluir la vuelta de ecotouring, en el mencionado Camí Tomb de les Neres. Pero no quiero adelantar acontecimientos…
Lista de Way Points GPS Gran Ruta 4:
WP.GR.4.23: 31 T380192 E4711812
WP.GR.4.24: 31 T382757 E4712456
WP.GR.4.25: 31 T381927 E4712484
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