A las afueras de la ciudad
se encuentra el bosque de Knysna,
una de las mayores áreas forestales originales preservadas de la explotación
maderera que los colonos europeos realizaron sobre las maderas nobles
(fundamentalmente podocarpo de Outeniqua, olivo del Cabo y ocotea pequeña). La
zona ha sido repoblada con eucaliptos y pinos del Cabo, quedando las manchas
boscosas autóctonas mejor conservadas en los sectores Knysna y, sobre todo,
Tsitsikamma. Una de las especies más emblemáticas del bosque autóctono es el
turaco de Knysna, una preciosa ave endémica que se ha convertido en uno de los
símbolos de la ruta. En las profundidades del bosque de Knysna, aseguran, viven los últimos elefantes salvajes de Sudáfrica.
Perseguidos por los cazadores durante el siglo XIX, los últimos ejemplares
sobreviven en el corazón de la selva de Knysna.
Frente a los senderos y
pasarelas acondicionadas del Jardín del
Edén, al otro lado de la carretera, se encuentra la Reserva Natural
Sinclair, con sus cascadas y su estratégico emplazamiento costero para observar
ballenas pero yo prosigo camino hacia Plettenberg Bay. Os recomiendo hacer esta
etapa con calma, pues además de la zona del Jardín del Edén mencionada, existen
entre Kynsna y Plettenberg Bay, centros dedicados a la fauna de forma
específica, desde serpientes, rapaces o lobos, hasta un orfanato de elefantes
para interactuar con los paquidermos. Son siempre paradas recomendables.
La ruta llega enseguida a Plettenberg Bay, una localidad
fundamentalmente vacacional edificada con interesantes muestras de arquitectura
colonial, algunos viñedos (como los plantados en la pista del antiguo
hipódromo) y bellas playas. La ciudad y las aguas de la bahía están bien
protegidas del océano Índico por la península que ocupa la reserva natural
Robberg, algo que las ballenas agradecen en los primeros meses de verano
(temporada alta de whale watching en la bahía de Plettenberg).
A partir de esta localidad
las montañas Tsitsikamma se encargan de poner la magnífica guinda verde a la
Ruta. Tsitsikamma es conocida como el jardín de la Ruta Jardín. Bosques
autóctonos (bosque templado africano) bien conservados como el del valle de la Naturaleza, acogen a un
buen número de aves, monos vervet, babuinos chacma, anfibios y reptiles, entre
otros muchos animales. La vegetación no le va a la zaga, con magníficas
muestras de fynbos. Todo con el marco incomparable, agreste, escarpado de las
montañas Tsitsikamma. Esta sección
del parque nacional invita a las paradas una y otra vez. Las más notables son:
la reserva De Vasselot (Nature’s Valley), los parques privados de fauna
dedicados a los monos (Monkeyland), a las aves (Birds of Eden), felinos
(Tenikwa) y un santuario de elefantes. En todos los casos destaca la
integración de las instalaciones en la naturaleza y varios de ellos funcionan
también como centros de recuperación de especies autóctonas. Estos cuatro
centros están en The Crags, junto a la N2.
Ysternek, Keurbooms y
Whiskey Creek, son otras de las reservas naturales existentes entre Knysna y
Tsitsikamma. Antes de llegar al plato fuerte de Tsitsikamma, es parada obligada
el profundo barranco sobre el río
Bloukrans ¿por qué? Porque desde el puente por el que la N2 lo cruza, se realiza el salto de Bungy más
alto del mundo (216
metros de caída).
Un breve desvío entre
enormes brezos, proteas y otras flores increíbles, que recuerdan al visitante
que se encuentra inmerso en la exclusiva vegetación del fynbos, la más
importante comunidad vegetal del Reino Floral del Cabo, permite acceder al
corazón del sector Tsitsikamma. Muchos son los atractivos naturales de la desembocadura del río Storms. Es el inicio del célebre Sendero de la Nutria (42,5 km . que se cubren en 5
días de caminata por los acantilados salvajes del parque hasta Nature’s valley)
desde el que poder observar, preferentemente a primera hora de la mañana debido
a sus hábitos nocturnos, cómo la nutria
del Cabo nada y se alimenta en el mar.
En este sector viven el
caracal, la gineta, el duiker azul y el jabalí de bosque, entre otras especies
de fauna, aunque mucho más fáciles de observar resultan los turacos de Knysna y
especialmente los hyrax de roca (dassie). Ya en la orilla del mar, los
acantilados rocosos y algunas pequeñas playas invitan a tratar de observar las
esquivas nutrias marinas, los lobos marinos, los delfines y las ballenas.
También las aves marinas como ostreros, cormoranes y varias especies de
gaviotas. Desde el centro de información al final de la carretera, un sendero
con puentes colgantes lleva en 20 minutos hasta la desembocadura del río. Agradable
y, diría yo, indispensable sendero para conocer el paraje.
De regreso a la N2 otro
desvío permite conocer el Big Tree. Este gran árbol es un Outeniqua Yellowood
(Podocarpo amarillo de Outeniqua; Podocarpus
falcatus) de unos 1.000 años de edad, 40 metros de altura y 8,5 metros de perímetro
de tronco. ¡Ahí es nada!
Probablemente sea la etapa
más bella de las tres en las que he dividido la Ruta Jardín, una por antiguo
sector del actual parque nacional Ruta Jardín. Si podéis partirla en dos, mucho
mejor.
Turaco de Knysna. |
Más información sobre la
Ruta Jardín en mi Guía de Safaris Fotográficos de Sudáfrica editada por Abooks.
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