La primera tarde en Galápagos no
la olvidaré jamás. Hice la primera excursión a pie por las islas y sirvió para
darme cuenta del paraíso en el que me encontraba. Paraíso por la cantidad de
animales pero sobre todo por la proximidad con la que se observan y la
facilidad con la que uno puede acercarse hasta los animales siempre y cuando
respete las normas que Diego se encargaba una y otra vez de explicar y velar
por su cumplimiento.
Aquella primera tarde en Galápagos la pasé en la playa de La Lobería, entre cientos de animales. Por supuesto lo más
representativo de este spot del parque nacional son los leones o lobos marinos (Zalophus
californianus), animales que no eran nuevos para mi y que no obstante
fotografié bien a gusto, pero sirvió para tener mi primer contacto con otros
seres que sí eran auténtica novedad para mis ojos: las iguanas marinas.
Durante mis años de estudio de zoología, en la Universidad Complutense
de Madrid, siempre que leía o veía algo relacionado con Darwin y las Galápagos
pensaba ¿veré yo alguna vez a esas extrañas criaturas llamadas iguanas marinas que
tanto fascinaron al naturalista? Ahora tenía ante mi un nutrido grupo de ellas.
Las primeras en dejarse ver sobre las rocas fueron unas hembras de piel oscura,
como corresponde a la subespecie que habita la isla de San Cristóbal.
Descansaban sobre la lava. La tarde estaba nublada pero seguro que la roca
volcánica irradiaba todavía algo del calor de la mañana y ellas lo agradecían
para termorregular.
Las iguanas marinas sólo
existen en Galápagos –una de las muchísimas especies endémicas del
archipiélago- y presentan 7 subespecies. La que habita San Cristóbal y Santiago
es la misma subespecie (Amblyrhynchus
cristatus mertensi). A lo largo del viaje tendría ocasión de ver algunas
más. Incluso iguanas terrestres y las iguanas de Santa Fé.
Pero aquella tarde sirvió para ver otro de los mitos darwinianos: el pinzón. ¿Con todo lo que hay que ver en
aquellas islas y va éste a fijarse en un simple pajarillo, pensaréis algunos?
No os falta razón pero los pinzones de las Galápagos no son unos simples
pajarillos… sirvieron para basar en parte la Teoría de la Evolución de las
especies. Abrieron los ojos de Darwin con la forma de sus picos. El naturalista
estudió con calma las diferentes formas del pico del pinzón y cómo estas aves
eran diferentes en cada isla.
Frente a mi, saltando y revoloteando sobre la lava, se posó una hembra
de Pinzón mediano de Tierra (Geospiza
fortis), una de las 13 especies de pinzones. Los machos de esta especie son
íntegramente de color negro.
Maravillado por la lección permanente de biodiversidad en La Lobería
costaba abandonar la playa apurando el tiempo de estancia permitido. Si esto
está justo al lado del muelle y el aeropuerto ¿qué no me depararán las
excursiones a las islas más apartadas?
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