… está en Venezuela. Y hacia allí puse todas mis miradas en 2002, cuando decidí que ese año iba a ir yo personalmente a la Expedición Cacique. Me explico:
La Gran Sabana venezolana es uno de esos viajes marcados a fuego en mi cerebro. Confieso no saber casi ni donde iba cuando me propusieron acompañar a un buen grupo de chavales que acometía la quinta expedición a la naturaleza de Venezuela, que seguro muchos recordaréis organizaba la conocida marca de ron de ese país. A esos jóvenes expedicionarios acompañábamos también un grupo menudo de periodistas de viajes y aventura. En aquellos momentos yo dirigía la revista Turismo & Aventura y por razones propias del cargo me había sido imposible asistir personalmente a las expediciones anteriores. Siempre había delegado en algún colaborador. Este año las fechas cuadraban bien y estaba claro que no quería pasar por alto la oportunidad. Además tenía trabajo doble, pues haría las veces de “corresponsal” para el diario Marca –a cuya sección de ocio en internet suministraba rutas y contenidos de aventura-. Al final de cada jornada habría de enviar la crónica y fotos por teléfono satélite para que saliera publicado y realizar así la cobertura online. Fue toda una odisea (lo del teléfono), precisamente por lo de la cobertura… pero eso lo dejo para otro día.
Juntos, los 47 integrantes –participantes, organización y periodistas-, teníamos por objeto la no fácil tarea de realizar el trekking de ascenso a la cima del Auyan Tepui, el más grande de los tepuis del parque nacional Canaima (solo de nombrar este grandioso parque nacional se me pone la carne de gallina). Después de subir, obviamente, había que bajar (más duro incluso que la subida) y continuar navegando río Carrao abajo y río Churún arriba hasta la base del Salto Angel. ¡Qué maravilla! En total 8 días de expedición en el corazón de Canaima. Sin saberlo pasaríamos a engrosar también la lista del Libro Guiness de la expedición más numerosa que ha subido al Auyán Tepui. Por lo menos hasta esa fecha, pero vista la logística y posibilidades dudo que suba alguna vez un grupo mayor.
Lo del Salto Angel es punto y aparte. Grandioso. Pero creo que posiblemente sea el lugar que peor queda reflejado en las fotografías. Empezando por su descomunal tamaño cuyas aguas se precipitan al vacío desde una altura de ¡1 kilómetro! de caída. Para ser exactos 980 metros de vertiginoso salto de agua que no olvidaré en mi vida. Tampoco los 46 compañeros restantes entre una mezcla de nervios, satisfacción y embelesamiento. Actualmente existen empresas locales de ecoturismo que se encargan de realizar esta célebre ruta. No dudéis en contar con ellas a la hora de planificarlo.
Pero vayamos al grano, a cada etapa. ¡Qué ganas tenía! Comienza la aventura en tierras venezolanas…
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