lunes, 11 de octubre de 2010

Al sur del Orinoco. Un día en la cima del Auyán



El 9 de octubre de 1937 la avioneta de James Crawford Angel -Jimmy Angel- tocaba la cima del Auyán-tepui. Era la primera vez que un ser humano hollaba el Auyán. El tren de aterrizaje se partió en tan osada maniobra y la avioneta quedó inservible para despegar. No había alternativa, había que salir a pie.


Casi medio mes tardaron el explorador Jimmy Angel y sus compañeros de expedición en encontrar el único camino de bajada y descender de la cima del Auyán-tepui hasta el campamento Uruyén, donde esperaba Félix Cardona. Sólo tenían víveres para una semana. Ese camino, el único existente, ha sido también el que nos ha servido a nosotros para subir.






All Williams y John McCraken fueron dos viejos buscadores de oro escoceses que a comienzos del siglo XX dieron con el preciado metal y diamantes en el lecho de un río en el corazón de la Gran Sabana. All Williams murió en el viaje de regreso en la laguna de Canaima, pero John McCraken tenía claro que habría de regresar a la mina. Si en el lecho había riqueza, mucha más habría en la cima desde la que se desplomaba el curso de agua. Imposible acceder a pie, para ello necesitaba la pericia de un piloto capaz de aterrizar en la cumbre de aquel tepui…



Jimmy Angel fue probablemente el mejor piloto de la historia. El Rey del Cielo lo apodaban. Piloto personal de Lawrence de Arabia y compañero de escuadrilla en la 1ª Guerra Mundial del célebre aviador Roland Garros. Llegó a la Gran Sabana atraído por la riqueza del oro y los diamantes en compañía del explorador escocés John McCraken, quien le localizó y contrató en Panamá para tal misión.


Jimmy Angel y John McCraken aterrizaron en la cima del tepui. Dieron varias vueltas y sobrevolaron algunos tepuyes antes de hacerlo, pero al final lo lograron. El explorador escocés dio con el yacimiento mientras Jimmy preparaba la avioneta para el despegue en una mañana de densa niebla. Cargados de fortuna emprendieron el regreso a casa.






Jimmy Angel también regresó. McCraken, ya mayor y retirado, le cedió el yacimiento, así que años más tarde, en 1935, Jimmy Angel intentaría dar de nuevo con la mina siguiendo las indicaciones dejadas por el explorador escocés y lo que vagamente recordaba debido a las nieblas y al paso de los años. Sobrevoló la Gran Sabana en varias ocasiones en busca del lugar en el que había aterrizado en compañía de McCraken, pero era una época en la que “al sur del Orinoco” nada se conocía; no había apenas información y mucho menos mapas fiables. Fue en uno de esos vuelos cuando se topó con el salto de agua que hoy lleva su nombre. Estaba convencido de que ese era el lugar.


Realizó varios sobrevuelos del espectacular salto de agua en compañía del español Félix Cardona Puig, el primer occidental –junto a Mundó Freixas- en ver con sus ojos la mayor cascada del mundo en 1927.


Estaba decidido a montar una pequeña expedición y Félix Cardona iría con él. En esta ocasión le acompañaban su esposa, los montañeros venezolanos Miguel Delgado y Gustavo “Cabullas” Henry, y el español Félix Cardona Puig. Cardona se quedaría esperando aquel 9 de octubre en el campamento base que tantas veces había utilizado Jimmy en sus sobrevuelos. Amaneció despejado y todo apuntaba a que era el momento propicio. El momento si, pero no el lugar…


Se equivocó. Era la primera vez que Jimmy pisaba el Auyán-Tepui. Un error topográfico le llevó a un tepui equivocado, no era en el que había aterrizado y despegado aquel brumoso día de 1922, pero a cambio descubrió la cascada más impresionante de cuantas existen.
Sólo gracias a la pericia y experiencia montañera de los venezolanos pudieron descender con éxito de la cumbre.
La avioneta permaneció abandonada en la cima hasta que muchos años después fue trasladada en helicóptero hasta Ciudad Bolívar, donde se expone actualmente.






Un día en la cumbre
Y en la misma cima me encuentro yo, ahora comprendo la desolación de Jimmy y sus compañeros ante el panorama de tener que salir de allí. Es un laberinto de rocas de descomunales proporciones. Todo parece igual. Es casi imposible dar tres pasos sin tener que sortear algún barranco y alguno de ellos –creedme- da vértigo sólo asomarse. La cima es de tal proporciones que en ella hay selvas y ríos. Es un lugar absolutamente diferente a cuantos he estado con anterioridad. También a cuantos he ido después. Los tepuyes son únicos.

En este paraíso pétreo pasamos el cuarto día. Un día “libre” de descanso, de disfrutar del edén cada uno a su manera. Unos leyendo, otros paseando, otros escalando, otros –como mis compañeros periodistas y yo- intentando conectar vía satélite con Madrid para enviar crónicas y fotos. La noche anterior ya lo intentamos sin éxito, así que volver a hacerlo desde nuestra “oficina móvil”: ordenadores, adaptadores de corriente, un teléfono satélite que pesaba un quintal y generador de corriente que pesaba todavía más… (¡¡pobres porteadores!!).
El resto del día yo lo pasé deambulando absorto de un lado para otro. Deteniéndome cada metro a observar la singular flora del tepui, plantas que sólo existen aquí y en ningún otro lugar. Ni siquiera en otro tepui, pues cada uno cuenta con alto número de endemismos. También pájaros y ranitas diminutas de aspecto y colores raros. En cada metro cuadrado empleaba un buen rato, pero así pasé la tarde disfrutando.





La mayoría de los expedicionarios habían ido hasta un cercano curso de agua donde pasaron el día bañándose y tomando el sol hasta que regresaron por la tarde al campamento. La noche, como la anterior, se disfrutó junto al fuego pero en esta ocasión había que acostarse pronto pues al día siguiente había que acometer el descenso en la que a la postre fue –sin ninguna duda- la etapa más dura.
Era nuestra segunda y última noche en el campamento del Oso, en la cima del tepui. Quien sabe si algún día tendré la suerte de volver a pisarla. Me resisto a pensar que no…

3 comentarios:

  1. vaya miedo solo de pensar en el aterrizaje. me gusta el blog

    ResponderEliminar
  2. Los echos son algo diferentes de como se cuentan en esta web.
    Efectivamente el verdadero explorador de la gran sabana, geologo y geografo, Capitan Felix Cardona no acompaño a J.Angel en su ultimo vuelo con el avion Flamingo, al quedar al descubierto las verdaderas intenciones de saqueo y busqueda de oro por parte de James Angel.
    Pero si el capitan Cardona realizo una expedicion de salvamento junto con Mundo y compañeros del campamento Pemon en la base de lo que actualmente es canaima, para rescatar al aviador y sus acompañantes.
    Recomendamos la lectura del libro "la conquista del Orinoco", de un investigador y periodista reconocido que se documento ampliamente y relata la realidad de esos dias y el verdero descubridor del mal llamado Salto Angel. Churum Meru conocido ancestralmente por los Pemones y otras etnias autoctonas de la region.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo te refieres al libro de Eugeni Casanova, pues será un gusto leerlo y ahondar sobre el tema. Gracias por tu comentario y un saludo.

      Eliminar