lunes, 2 de agosto de 2010

8ª Etapa: Logroño - Nájera



Entre viñedos y monumentos
28,4 km.


De vuelta al Camino. La octava etapa es eminentemente llana y se abre paso entre viñedos, cruces de madera y poblaciones monumentales; así abandono Logroño rumbo a Navarrete. El Camino hasta Navarrete depara al peregrino un tramo fabuloso por la sombra y por la belleza natural del entorno de la laguna de la Grajera.



Si bonita y sorprendente resulta la de las Cañas en la etapa anterior, la del parque de la Grajera no lo es menos. La diferencia es que en este caso el trazado atraviesa el terreno arbolado y orillas de la laguna sin necesidad de desviarse lo más mínimo. Los fines de semana es uno de los lugares de contacto con la naturaleza preferidos para los riojanos que viven en la capital. Abundan las aves acuáticas y también las zonas ajardinadas donde tomar un primer descanso. Existen restaurantes.



Dejo atrás las aguas del embalse y me adentro entre viñedos, los primeros de la etapa, en el trazado de la ruta que en ocasiones pasa demasiado cerca de la autovía. Las ruinas del antiguo hospital de San Juan de Acre me encaminan hacia las calles de Navarrete (iglesia de la Asunción). Logroño, La Grajera en cierta medida, Navarrete y Nájera ofrecen oportunidad de comer y abastecerse de lo necesario, así que de nuevo no es preciso ir cargado en exceso durante la etapa. Si hace calor, cada gramo de más en la mochila pesa un kilo. Además aparecen cada pocos kilómetros por lo que no echaremos nada en falta entre una población y otra. Quizá el tramo más largo sea el de Navarrete-Nájera pero el recorrido ofrece una variante, más bien un pequeño desvío, por Ventosa (albergue San Saturnino) así que de nuevo se elimina el posible problema de abastecimiento para la parte final de la etapa. Aunque en el mapa del CNIG está bien indicado, la mejor referencia en caso de duda son las cruces de madera que colocan los peregrinos.



Salgo de Navarrete en dirección a Ventosa. Los viñedos (y la molesta autovía) son compañeros de ruta hasta el final del día. Superado Ventosa, desde el alto de San Antón (muy suave) es ya visible Nájera, con sus conglomerados de arenisca rojiza y su pasillo verde de chopos que destacan en el paisaje urbano de la ciudad. La vegetación de ribera se entiende cuando uno entra en Nájera y cruza el ancho río Najerilla –anteriormente el Yalde-, paso previo a tener frente a los ojos la silueta del monasterio de Santa María la Real (precioso el claustro de los Caballeros).



Nájera es una ciudad tranquila, pequeña pero llena de vida especialmente en verano. Una gozada resulta sentarse en alguna de las terrazas y bares de tapas que se suceden en la orilla izquierda natural del río, es decir, una vez hemos cruzado el puente. Para dormir no hay problema pues cuenta, aparte del albergue municipal, con un buen número de hoteles y hostales. Hotel Duques de Nájera, hotel San Fernando, hostal Ciudad de Nájera, hostal Hispano. Si vais con tiempo os recomiendo también la visita a alguna de las bodegas que jalonan la zona, aunque es cierto que la mayoría están al otro lado de la autovía. Yo lo hice en la de Cuna de Reyes (Nájera). Ultreia.

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