miércoles, 21 de julio de 2010
7ª Etapa: Los Arcos – Logroño
Entrando en tierras riojanas
27,6 km.
La etapa que despide el Reino de Navarra para entrar en la provincia riojana, tierra de gran vino, presenta un kilometraje largo. El calor, una vez más, se encarga de poner el puntito de “emoción” a la ruta. Menos mal que encontramos en general tramos de sol (la mayoría) y de sombra alternos…
Tres cosas me han llamado más la atención en esta etapa: la iglesia del Santo Sepulcro en Torres del Río, la majestuosidad de Viana y la laguna de las Cañas, pero vayamos por partes.
Estoy tardando unas 6 horas por etapa así que como viene siendo habitual me pongo en marcha a eso de las 7,30 h. cruzando la puerta de Castilla y el puente para dejar atrás Los Arcos. Los primeros kilómetros son una recta hasta Sansol (iglesia de San Zoilo) y Torres del Río. Aquí destaca sobre el conjunto medieval del pueblo la ermita del Santo Sepulcro, que es una reproducción a escala del templo de Jerusalén. Tiene planta octogonal, por lo que me recuerda también a la de Eunate, pero ésta es más pequeña y carece de los bellos arcos.
Entre casas blasonadas salgo de Torres del Río (en la foto peregrino en bici frente al albergue) por caminos polvorientos hasta Nuestra Señora del Poyo y de allí a Viana, un precioso conjunto histórico-artístico en el que destacan, murallas adentro, los palacios barrocos, la plaza de los Fueros, la casa consistorial y la excolegiata de Santa María. Una maravilla.
El Camino pasa también junto a la ermita de Nuestra Señora de las Cuevas en un paisaje pleno de viñedos, y muy cerca de la laguna de las Cañas. La laguna de las Cañas es un Reserva Natural navarra repleta de vida. Sobretodo avifauna. Un centro de observación permite una panorámica –quizá algo alejada pero general- de esta laguna de buenas proporciones. Estamos a un tiro de piedra de Logroño, a unos cinco kilómetros de la capital riojana pero aunque parezca extraño al tener a la urbe al alcance de la mano, seguimos en tierras navarras. La laguna supone sin duda un bello colofón a mi peregrinaje por Navarra.
Logroño es la segunda gran ciudad con la que nos topamos en el Camino desde Roncesvalles. Me encanta la vida que llevan sus habitantes en el centro. Se les ve en la cara que viven bien en Logroño. El tapeo en la zona del Laurel; las visitas guiadas que se ofrecen con actores (foto arriba) para explicar la historia de Logroño de forma amena y divertida. Paseando por sus calles voy descubriendo la iglesia de Santa María de Palacio, la iglesia de Santiago el Real, el ayuntamiento, el museo de La Rioja, la iglesia de San Bartolomé y la plaza del Mercado con la concatedral de Santa María la Redonda. En la plaza se une al Camino Francés el Camino del Ebro, que aparece en el mapa del Camino de Santiago del CNIG entrando por el sureste cerca del aeropuerto.
Logroño es generosa en alojamientos de todas las categorías. Por lo que respecta a albergues cuenta con el Municipal en RuaVieja, la Casa Parroquial de Santiago, el Albergue Juvenil y el privado Puerta del Revellín.
Llevo una semana caminando y me considero afortunado pues mis pies, aunque lo notan, no me están dando problemas. A lo largo del Camino, empiezo a ver pies con unas ampollas que dan miedo. Os doy un par de consejos relacionados con el cansancio y las ampollas –sin duda, la principal amenaza para quien cubre a pie la ruta Jacobea-. Por un lado respecto al cansancio y que la espalda se cargue por el peso de la mochila y los kilómetros, os recomiendo hacer estiramientos y caminar como “metiendo tripa” (lo que hace que el tronco se ponga recto). Lo de los estiramientos no hay que llevarlo al extremo (me acuerdo ahora de mi amigo coreano junto al puente de Zubiri) ni es preciso parar para hacerlo, basta simplemente con ir haciendo rotaciones de tobillos, brazos, rodillas, cadera, a medida que andamos y colgarnos para estirar el cuerpo por ejemplo de una rama. Al finalizar la etapa si es bueno hacer estiramientos con calma.
Y lo de las ampollas no existe una solución mágica sino intentar adelantarse y remediarlo. Hay dos cosas básicas en este sentido, llevar calcetines técnicos, bien ajustados al pie para evitar la fricción que origina las ampollas, y que los calcetines estén limpios (lavarlos a diario y mientras se secan caminando colgados en la mochila. Necesitaremos eso sí al menos tres pares.). El tercer consejo, por obvio, lo he pasado por alto: no estrenar calzado en la ruta.
Yo le he hecho y de momento la verdad es que me va muy bien.
Como comenté hace unos meses cuando ponía en marcha el blog, en mi ruta no hay prisas, ni cronómetros, así que pensando en el Camino Verde (me interesa especialmente la naturaleza que rodea al Camino y su entorno), voy a hacer un alto en el Camino para quedarme unos días en La Rioja y adentrarme en los numerosos espacios protegidos que se encuentran al sur de Logroño: el cañón del Leza, los conglomerados de Matute, Las sierras de Cameros (el Viejo y el Nuevo), etc. En cuanto termine me pondré de nuevo en ruta para completar mi Camino hacia Santiago. Ultreia.
Etiquetas: Camino de Santiago. Camino Francés
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