jueves, 19 de agosto de 2010

23ª Etapa: Rabanal del Camino – Ponferrada.



El techo del Camino Francés.
32,2 km.


No ha sido el Tourmalet, pero el alto de Foncebadón es el techo del Camino Francés. No lo digo yo, lo dictan sus 1.490 metros de altitud. Ni siquiera las etapas pirenaicas pasan tan alto. La subida es progresiva y no se hace muy dura en ningún momento, a pesar de las caras de algunos ciclistas con los que me he cruzado en las partes comunes de carretera y senda; muchos de ellos lo han subido por la parte de la carretera pie a tierra.



Confieso que la etapa de hoy me ha encantado. Esa mezcla de soledad, ausencia de carreteras importantes, aldeas aisladas y autenticidad que siempre depara la montaña. Las vistas panorámicas hacia el Teleno en la primera parte del recorrido y hacia el norte de la provincia de León, poco antes y una vez coronado el puerto, reconfortan la mente.





Desde el inicio en Rabanal del Camino el trazado “pica hacia arriba” como suele decirse, pero es a partir de la aldea de Foncebadón (casas teitadas o pallozas), donde las cuestas se hacen más acusadas, aunque el alto está ya muy cerca como para llegar a acusarlas en exceso.
Foncebadón es una pequeña aldea con algunas casas teitadas, restaurante (la taberna de Gaia) y tres albergues pues suele ser fin de etapa para los que estiran la del día anterior. Tiene aires que recuerdan a O Cebreiro. Imprescindible rellenar cantimploras para la subida.



El trazado se abre paso a través de un sendero que se cruza una y otra vez con la carretera. Atraviesa partes de bosque y zonas aclaradas con matorral, abriéndose paso fundamentalmente entre retamas y brezos de porte considerable. Los ciclistas no tienen más remedio que buscar la comodidad del suelo asfaltado. En el alto, a la derecha un conjunto de antenas que por cierto no aparecen en el mapa. El recorrido llanea unos metros por la cumbre hacia la bien visible Cruz de Ferro, desde la distancia se ve como un montículo y un poste pero a medida que me acerco se aprecia con claridad que el montículo está formado por cantos sueltos y en el poste de madera coronado por una pequeña cruz de hierro, proliferan todo tipo de objetos. En efecto, se trata de una tradición peregrina. Se ha de tirar una piedra al montículo (foto) para con ello dejar en este alto los pecados. También se aprovecha para pedir un deseo o una promesa a cambio de depositar un objeto en la cruz. En el monumento hay de todo y de todas partes del mundo. Abundan las fotos de grupos de amigos, de seres queridos, etc. Cumplo con la tradición y dejo una piedra y un objeto personal en este representativo monumento junto a la ermita de Santiago antes de comenzar el pronunciado y largo descenso que me llevará a Ponferrada con prácticamente toda la etapa por delante.



La siguiente población es Manjirón, seguramente el pueblo más curioso de todo el Camino. Abandonado en su momento, es un pueblo hippie en el que sólo vive Tomás quien se estableció en el lugar y regenta desde entonces el albergue. El albergue, como el pueblo, es también uno de los más curiosos del Camino. No hay baños ni duchas pues no hay estos servicios en el pueblo, y cuenta con banderas de infinidad de nacionalidades. De todos los tamaños y colores. Un cartel emplazado en la entrada nos sitúa en distancia y dirección acerca de lugares como México, Jerusalem, Roma, etc. También Santiago (222 km.) claro está.
El descenso se hace a partir de aquí más pronunciado hasta llegar a El Acebo (calle Real, iglesia de San Miguel y monumento al peregrino H. Krausse), precioso pueblo de pizarra con servicios y alojamientos varios (cuatro albergues). El Bierzo a golpe de vista.



Entre el piornal nos abrimos paso hasta el bonito Riego de Ambrós (iglesia de la Asunción, ermita de San Fabián y ermita de San Sebastián) y la entrada al precioso valle donde se emplaza una de las sorpresas del Camino: Molinaseca (santuario de la Angustia, puente románico –foto de ambos-, crucero, calle Real, casonas, palacio y monumento al peregrino). Se trata de uno de los pueblos más espectaculares por su emplazamiento, trazado medieval, conservación y arquitectura. Todo tipo de servicios y una tranquilidad total en torno al río. Sus orillas están acondicionadas como playa fluvial (con césped en lugar de arena) por lo que en esta época se convierte en centro de vida del pueblo para sus habitantes y veraneantes. Ni que decir tiene que para los peregrinos y sus necesitados pies (muy cargados después del descenso) es agua bendita. Además Ponferrada se toca con la mano y la moral va hacia arriba de forma imparable. Superados Campo (fuente, templos y bodegas) –desvío a la altura de la urbanización Patricia- y Otero (iglesia Sta. María de Vizbayo), entro en las calles ponferradinas.



El centro histórico de Ponferrada, capital del Bierzo, también es otra de las joyas de la ruta. Caminar por sus calles empedradas para ir descubriendo cada monumento, cada rincón. Se atraviesan plazas con infinidad de restaurantes y terrazas. La torre del Reloj, y por supuesto su espectacular castillo templario, que parece diseñado por algún Walt Disney medieval. Fantástico. La lista de monumentos interesantes en la última gran ciudad de la Ruta es larga: hospital de la Reina Isabel la Católica, basílica de Nuestra Señora de la Encina y monumento, ayuntamiento barroco y la bonita arcada de la iglesia de Santo Tomás de las Ollas. También el museo de la radio (Luis del Olmo) y el museo del Bierzo.
Para dormir albergue de San Nicolás de Flue y diferentes hostales y hoteles.



Hay que recuperar fuerzas, así que mejor que contaros la cena os muestro una foto del homenaje de cecina… buen provecho.
Ultreia.

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