Una de las cosas que más caracterizan al Camino de Santiago es su variedad y su pluri o multiculturalidad. La variedad de paisajes, monumentos, artes, gastronomía, etc. de los lugares que atraviesa. Y también la diversidad de personas. Si uno se sienta un rato a ver pasar peregrinos notará enseguida lo diferentes que son unos de otros. Más allá de su motivación para la peregrinación, que como ya os conté hace unas semanas es de lo más variopinta, me refiero a las personas en sí. Diferentes razas, culturas y colores de piel. Quizá sólo tengan en común la mochila, unos pies maltrechos y el deseo de obtener la Compostela.
Algo parecido es lo que ha hecho el periódico La Voz de Galicia aposentando a uno de sus corresponsales en O Cebreiro, la puerta de entrada a tierras gallegas, para comprobar cómo de diferentes son (dentro de poco: somos). El corresponsal hace su “selección” del día y la comparte con los lectores de su diario. En estas últimas semanas ha desfilado por aquí personas y personalidades de toda condición y linaje. Desde Miguel Indurain hasta una señora de no recuerdo exactamente donde procedía (Italia, creo) que venía a resarcir sus penas en compañía de “sherpa”, un burro que había adquirido para que le acompañara en su periplo hasta Santiago; o un ciclista holandés que viene pedaleando desde su país como promesa póstuma a su mejor amigo. Vuelve a mi memoria el belga que venía a pie desde Bélgica descalzo y con una túnica blanca como único equipaje, con el que me topé en mi primer Camino. Creo que eso es lo bonito del Camino, la variedad de gentes. Mucha gente, toda diferente y una sola meta.
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