miércoles, 29 de junio de 2011

Al encuentro del rebeco en el Valle de Enclar

Enclar alberga la principal población de rebecos.

Es casi mediodía y el calor comienza a dejarse notar. Cuatro rebecos sacian su sed en las cristalinas aguas del riu d’Enclar, que bajan frescas y oxigenadas gracias a la corriente. Tras sentir mi presencia, comienzan a ascender por la canal, la misma por la que han bajado, en busca de la protección del bosque y las alturas del valle. Se paran una y otra vea a observarme y siguen su progresión entre las rocas hasta quedar fuera de mi vista. La escena podría considerarse habitual en el Pirineo, una escena que se repite a diario a horas más tempranas en casi cualquier valle de la cordillera. Sería habitual si no fuera porque los rebecos (isards) se encuentran a apenas 300 metros en línea recta de las casas y la avenida principal de Santa Coloma, en la parroquia de Andorra la Vella. Así es el valle de Enclar, salvaje y cercano. Su proximidad a la capital del Principado no es óbice para que en las entrañas de este estrecho valle los rebecos y otra fauna se muevan a sus anchas con total libertad. El valle de Enclar alberga la principal y más numerosa población de rebecos del país. No está mal, si tenemos por objeto –como es mi caso en el día de hoy- la intención de observar al que probablemente sea el símbolo de la Cordillera Pirenaica entre los artiodáctilos y uno de sus animales más representativos. La vall d’Enclar es una reserva para los rebecos (Rupicapra pyrenaica), un lugar seguro donde vivir lejos de la presión cinegética.

El valle hacia el este desde el Prat d'Enclar

El valle de Enclar es mi primera parada en la Gran Ruta de ecotouring por Andorra, en la segunda de las parroquias que visito, al norte de Sant Julià de Lòria. Se trata de Andorra la Vella y, aunque pequeña en extensión, guarda sorpresas naturales como la que centra el post de hoy, un lugar que me cautivó desde los primeros pasos por el canchal que lleva hasta la entrada al angosto valle. La subida dura 25 minutos y se inicia al pie mismo del asfalto de Santa Coloma (WP.GR.4.7). Se va subiendo en zigzag a través de un bosque en el que predominan encinas, robles y boj. De nuevo la influencia mediterránea se deja sentir en un valle que podríamos considerar ecotono entre los ambientes mediterráneo continentalizado y eurosiberiano. Todavía se dejan ver plantas con hojas esclerófilas -como la propia encina-, vellosidades, espinas, u otras formas de adaptación a la xericidad y por otra, frondosas, musgos y líquenes, que dejan claro que empezamos a entrar en la Andorra atlántica.



Tras la subida entre el bosque y los enormes bloques del canchal se llega al pequeño collet de Sant Vicenç (WP.GR.4.8) verdadera puerta de entrada al valle. Una vez traspuesto el collado, el silencio y la calma se apoderan de todo. Ejerce más que nunca de barrera acústica y visual. No es de extrañar por tanto que a partir de aquí el encuentro con los rebecos pueda suceder en cualquier momento, como de hecho ocurrió en la escena relatada al comienzo.

Pequeña fuente en el paraje más umbroso del valle.

En el colladet sendos carteles indican el sentido a seguir hacia el camí d’Enclar (de frente) y St. Vicenç d’Enclar (izquierda). Os recomiendo ambos, me explico. El camí d’Enclar se interna valle arriba, remontando el río Enclar hasta la cima del Bony de la Pica (2.402 m.) –máxima altura de la parroquia-. No es preciso llegar hasta arriba y siempre podréis regresar por el mismo camino pero a medida que vayáis avanzando descubriréis un bosque cada vez más húmedo, que recuerda en ocasiones a la laurisilva, con troncos lisos que se retuercen y tapizados de musgos y líquenes en un ambiente de frescor. Abundan los saúcos. En la ladera opuesta predomina el pinar de pino silvestre primero y pino negro en las partes más altas, con enormes lajas de piedra hábitat del isard. El contrafuerte rocoso de Roques Negres, cierra el anfiteatro pétreo de la Serra d’Enclar. El sendero sigue serpenteando por la ladera derecha dejando atrás alguna pequeña pradera horizontal (prat d'Enclar) en un valle más bien vertical y canales de los que se descuelga alguna pequeña cascada. El sendero (1 h. 30 min.) cruza el río por un puente de troncos y sigue ascendiendo guiado por las marcas circulares de pintura amarilla hacia las praderas (WP.GR.4.9) emplazadas en la base de Roques Negres. Es una buena zona para observar rebecos (2 h. 15 min.).

Valle de Enclar y al fondo Roques Negres.

¿La Gomera? no, ¡Andorra!

El sendero indicado como St. Vicenç d’Enclar es mucho más corto (apenas 10 minutos más desde el collet) y conduce hasta la capilla fortificada de Sant Vicenç (WP.GR.4.10). Antaño fue bastión importante para dominar el valle del río Valira pero probablemente su emplazamiento (en un promontorio rocoso) y sus escasas posibilidades de desarrollo merced a la citada ausencia de terreno horizontal, llevaron a su abandono. Hoy sirve de escenario a una de las vías ferrata andorranas.

La parte baja del valle posee marcado carácter mediterráneo.
Este breve sendero desde el colladet hasta las inmediaciones de la capilla-castillo, dan vista a la parte occidental del valle de Enclar. Entre el bosque y los bloques de piedra se observa una gran canal –justo donde empieza la subida a la capilla- por la que los rebecos suben y bajan con la soltura que ha hecho famoso a este pequeño bóvido. Allí tuve el encuentro con los cuatro ejemplares (se calcula una población de 300-400 rebecos en el valle) y hacia allá se va mi mente mientras cierro este post. El próximo día seguiré esos últimos metros del río de Enclar, como tantos otros arroyos y ríos del Principado, para detenerme a orillas del principal curso fluvial de Andorra, el río Valira.  

Capilla de Sant Vicenç.

Lista de Way Points GPS Gran Ruta 4:
WP.GR.4.7:  31 T376465 E4705955
WP.GR.4.8:  31 T376158 E4706089
WP.GR.4.9:  31 T 374028 E4706859
WP.GR.4.10:  31 T376225 E4705914

lunes, 27 de junio de 2011

El camino del Pastor, prados xerófilos

Las bordas son parte importante de este recorrido por Sant Julià.

El camino del Pastor es una de las propuestas ecoturísticas de la parroquia de Sant Julià de Lòria. Como también lo es el camino del Leñador, objeto del primero de mis días en esta parte de Andorra, el camino del Trigo o el camino del Maestro de Obras. Son las cuatro rutas que esta parroquia ofrece guiadas por su naturaleza. Tras conocer el mayor bosque de pino albar, mi mente y mis piernas se encaminan hoy hacia el camino del Pastor por moverse en ambientes y constituir hábitats diferentes a La Rabassa, cambiando la masa cerrada de pinos por prados abiertos con matorral. De nuevo de marcada influencia mediterránea tanto en flora como en fauna sobre un sustrato calcáreas. La ruta sale de la parte alta del pueblo de Certés, por la pista que sube al Collet de Costaseda (1.627 m. altitud), desde donde se disfrutan unas aéreas vistas de las parroquias vecinas, en especial Andorra la Vella y el valle de Enclar, al que me dirigiré mañana. Con este recorrido, y la zona por la transita, queda completado también el ocho en su esquina nororiental.

Águila Culebrera en su forma de garganta oscura.


La ladera por la que la pista asciende suavemente tiene orientación de solana, algo que queda evidenciado por la mayor presencia de encinas y enebros, además de multitud de flores y matorrales mediterráneos, como tendré ocasión de ir comprobando más tarde. El inicio de la ruta no tiene pérdida, al final del asfalto de Certés. Un paso canadiense (WP.GR.4.5) y unas balizas del GR-7, sendero de Gran Recorrido que sirve de trazado al Camí del Pastor, son la referencia. La pista va subiendo de forma suave, adaptándose a la orografía de la ladera y pasa junto a algunas bordas y construcciones vinculadas a dos actividades tan tradicionales como la ganadería y la agricultura. Cobran especial relevancia en esta ruta las bordas ganaderas que nos transportan a la vida pastoril.

La Chupaleches (Iphiclides podalirius), presente en la ruta, es una especie protegida.


Desde el punto de vista medioambiental, la presión ganadera que los animales ejercen sobre el terreno, deja al descubierto prados tapizados de matorrales y hierbas que en esta época del año forman un auténtico tapiz floral. Flores de todos los tamaños, fundamentalmente boragináceas, asteráceas (cardos, margaritas, etc.) y leguminosas (abunda la retama), también papaveráceas como la amapola roja, que se encargan de poner la nota de color a la ruta y que llevan asociada en conjunto una vida animal riquísima. Me refiero al mundo invertebrado. Cientos de mariposas revolotean de corola en corola. Caminando despacio, parando para observar los detalles casi de cada flor, se observa la intensa actividad que miles de pequeños insectos y otros artrópodos realizan a diario en cada planta. Una labor sorda pero vital a la que normalmente no se suele prestar demasiada atención en las salidas al campo. Esta ruta es una magnífica oportunidad para resarcirse.

Flores y mariposas, una mezcla muy vistosa.

Una vez rebasadas las bordas que encontraréis en la primera parte de la ruta, en una curva de la pista sale un sendero con las señales de pintura roja y blanca (GR.7). Es el momento de abandonar el trazado de la pista y seguir por esta senda que va ganando altura de forma más rápida. Sin llegar a ser dura, es la parte más empinada de la subida. Un águila culebrera de garganta oscura no pierde detalle de mis movimientos mientras yo por mi parte tuve la fortuna de deleitarme con su cicleo y su extraordinaria capacidad para sustentarse inmóvil en el aire (como suelen hacer los cernícalos). Mi cámara fotográfica decide no dejar pasar el momento por alto.

Lagarto ocelado.


Durante la subida es relativamente fácil toparse con algún ejemplar de lagarto ocelado en zonas pedregosas. Cuando llegamos a la altura de los primeros pinos, el sendero desemboca en una bucólica pradera en la que se asientan, privilegiadas, un par de bordas conformando una postal de montaña preciosa (WP.GR.4.6). El llano en el que se sitúan las bordas es un lugar estratégico para las formaciones de corrientes de aire caliente, de forma que no es raro coincidir con alguna “rueda” de buitres leonados en su progresión ascendente desde el fondo del valle para trasponer la sierra (Serra de la Creu) por el collado.

Destaca la incesante vida invertebrada en estos meses estivales.

El regreso es por el mismo camino, de forma que tendremos ocasión de poder prestar más atención ahora –compaginando las tareas de observación de los insectos- a las abundantes aves que habitan estos prados abiertos. Uno de los que a buen seguro llamará la atención es el alcaudón dorsirrojo, con su característico antifaz negro y dorso de color pardo rojizo (mucho más marcados en los machos). Abunda la orla forestal espinosa en la que estos animales se desenvuelven como nadie a la hora de cazar. Arponean a sus presas clavándolas en alguna de las espinas de árboles y matorrales. También en alambres como el de la valla que nos acompaña en los primeros metros de recorrido por la margen derecha. Otras aves presentes en la ruta son carboneros, herrerillos, chochines, tarabillas –paseriforme característico también de prados con abundante orla espinosa-, curruca mirlona, zarceros, escribano soteño, etc. No faltan el reyezuelo, el colirrojo tizón y el roquero rojo en las partes altas de la ruta. Como veis, una ruta corta, sencilla y completita.
Valle de Enclar, al fondo, desde Nagol



Lista de Way Points GPS Gran Ruta 4:
WP.GR.4.5  31 T377261 E4703735
WP.GR.4.6  31 T377583 E4704186

viernes, 24 de junio de 2011

Sant Julià de Lòria, la Andorra mediterránea

Interior del bosque de pino rojo de La Rabassa con su alfombra de gayuba.

Comienza la Vuelta de Ecotouring a Andorra, un recorrido que combina como siempre el vehículo para los desplazamientos con las excursiones a pie para disfrutar y observar la naturaleza, en este caso, del País de los Pirineos. Esta primera etapa la realicé el pasado 7 de junio, cuando por fin puse en marcha este ansiado recorrido que me llevaría un par de semanas. Ahora que ha terminado, volvería a empezarlo mañana mismo. Cada día en la naturaleza es diferente, cada momento es único. Mejor vivirlo dos veces.

No faltan en mi mochila de fotografía los prismáticos, un cuaderno de notas, un mapa topográfico detallado (os recomiendo el 1:40.000 editado por Alpina), la colección de Caminos de Andorra (editado por Andorra Turisme), muy práctico por el carácter individual de cada ruta a la hora de llevar al campo, y el folleto de “Ecoturismo” editado también por Andorra Turisme, con una selección de propuestas en las diferentes parroquias.

Las ardillas abundan en los bosques de coníferas.

La porción occidental
El paso fronterizo desde la Seu d’Urgell es cómodo, ágil, sin paradas. Sin darme cuenta estoy ya en la más meridional de sus parroquias: Sant Julià de Lòria. Asentada a orillas del río Valira, la ciudad homónima, capital de la parroquia, es el centro de un recorrido bucle en forma de ocho tumbado que se reparte a izquierda y derecha del valle central. A la izquierda (oeste) os propongo el recorrido por la CS-142 hasta la collada de la Gallina (1.911 m. altitud; WP.GR.4.1), desde donde se obtienen unas excelentes panorámicas, y regresar desde allí a Sant Julià por la CS-600 pasando por Bissisarri y Aixovall. En este recorrido, que se puede disfrutar con calma en una mañana, se impone una parada al pie de la Serra del Teix. Se llega nada más comenzar la ruta, camino de Fontaneda. La carretera, estrecha, sinuosa, de las que gusta conducir, llega enseguida (3 km.) desde Sant Julià a un pequeño collado en el que es posible aparcar el vehículo en una explanada (WP.GR.4.2). ¿Por qué este lugar? porque nos hallamos frente a los imponentes paredones de la vertiente sur de la Serra del Teix. Es hábitat idóneo para observar rapaces como halcón peregrino, la incursión de algún ejemplar de águila calzada, que aunque no cría en Andorra, si gusta de moverse por estos terrenos extraplomados, de algún águila culebrera, alimoche o buitre leonado. Incluso la presencia de algún buitre negro, que penetra desde sus áreas de campeo en el Pirineo catalán. Estoy rodeado de encinas, enebros, retamas… en efecto, me hallo en pleno ambiente mediterráneo, el característico de esta parroquia que no obstante sube hasta los 2.600 metros de altitud. La orientación del valle principal confiere una marcada influencia mediterránea, ambiente bajo el que se desarrolla una flora y fauna únicas en Andorra. Es territorio propicio para el lagarto ocelado, perdices rojas, codornices, tórtolas y otras palomas, infinidad de pequeños pájaros y las citadas rapaces, pero también para el desmán de los Pirineos y el urogallo.

La Rabassa cuenta con el mayor bosque de pino silvestre del Principado.

Cortados en la Serra del Teix. Buen spot para rapaces y avifauna rupícola.

Durante el recorrido veremos también cómo en las zonas más estrechas, donde se produce el fenómeno de inversión térmica, la encina (Quercus ilex) ocupa altitudes mayores. Observando con detalle las hojas grandes y de forma lauroide bien definida con bordes poco espinosos nos damos cuenta de que se trata de la subespecie (Quercus ilex subsp. ilex). Pasaremos también por buenos bosques de pino rojo –muy tupido en la bajada desde la collada- y saldremos a terreno arbustivo y despejado, de prados y pastos para regresar, de nuevo en compañía de una flora más mediterránea hasta las calles de Sant Julià. En la calle paralela a la carretera principal se encuentra la oficina de turismo (WP.GR.4.3) donde poder conseguir las publicaciones antes referidas. Podéis comer algo también en cualquiera de los muchos restaurantes de la población antes de adentraros en la mitad oriental de la parroquia, en el segundo lazo del “ocho”, donde nos espera el mayor bosque de pino rojo o pino albar (Pinus sylvestris) del Principado.

Detalle de hojas de encina.

La Rabassa, el reino del pino rojo
Por el lateral derecho de la oficina de turismo la carretera asciende hacia Juberri y continúa hacia las alturas de La Rabassa, por encima de los 2.000 metros de altitud atravesando una extensa mancha boscosa, impenetrable, que de hecho es la mayor superficie de pinar de pino rojo de Andorra.
Cae la tarde y la niebla se echa encima, como queriendo recordarme -entre tanto ambiente mediterráneo-, que estoy en el Pirineo, en territorio abrupto y montañoso. De pronto, una ardilla roja (Sciurus vulgaris) cruza la carretera combinando la tímida carrera con los pequeños saltitos. Se para con la intención de mirarme. Da unos saltitos más y trepa por un pino para sentarse en una de sus ramas bajas. No pierde detalle. Yo tampoco. Se queda observando un buen rato y se pierde entre las ramas para penetrar en un bosque, en su bosque, al que parece ha querido darme la bienvenida.

En otoño el bosque alberga un buen número de setas.

Estoy en la Coma Bella, a 1.400 metros de altitud, donde existe una fuente del mismo nombre y una pequeña área de picnic. Es buen lugar para dejar el vehículo (WP.GR.4.4) y buscar las inmediaciones del oratorio de Sant Cristòfol. Allí se encuentra el camí del llenyataire (camino del leñador). Se trata de un camino que se adentra en el bosque entre los 1.400 y los 1.500 metros de altitud. Podéis recorrerlo de forma libre o mediante las rutas guiadas que la parroquia ofrece, opción siempre recomendable. Os llamará la atención el denso sotobosque del pinar, con el suelo literalmente tapizado por gayuba, con algún pie de rodondendro y enebro. Desde luego mi amiga la ardilla debe sentirse en su paraíso particular con tal proliferación de piñas. Una pareja de petirrojos parece decirse cosas bonitas sin parar de trinar posados en una rama sobre mi cabeza. También vuelan de un árbol a otro herrerillos, carboneros y pinzones, entre otros paseriformes. No faltan, aunque más difíciles de ver, el trepador azul y el reyezuelo –el pájaro más pequeño de Europa-. Vuela algún pavón diurno, en un ambiente propicio para las mariposas en verano, y se ve alguna especie de setas en un hábitat en el que el otoño es generoso con los amantes de la micología.

Macho de Pinzón vulgar.

Inmediaciones del Camino del Leñador.

Los pinos poseen su característica coloración pardorojiza en la base y se observa cómo los ejemplares más adultos van perdiendo la coloración rojiza en las partes altas del tronco mientras se van pelando para dejar al descubierto un tronco en muchas partes casi desnudo, desprovisto de la corteza propia de esta familia de coníferas. Me siento y me dejo cautivar durante un buen rato por el frondoso pinar…


Lista de Way Points GPS Gran Ruta 4:
WP.GR.4.1:  31 T372561 E4701948
WP.GR.4.2:  31 T375005 E4701598
WP.GR.4.3:  31 T376068 E4702680
WP.GR.4.4:  31 T376133 E4700254

martes, 21 de junio de 2011

Ecotouring Vuelta a Andorra: etapas.

Valle de Incles, en la parroquia de Canillo.

Es la primera vez en la que a la hora de plantear o diseñar el recorrido de una Gran Ruta de ecotouring el kilometraje es lo de menos. Gracias a las reducidas dimensiones del país, la distancia entre los diferentes puntos de visita previstos es tan escasa que el kilometraje no es en absoluto problema. Otra ventaja más a la que unir el asunto del alojamiento. De nuevo se abre un abanico de posibilidades enormes, tantas como alojamientos hay en Andorra pues podéis basaros en un mismo alojamiento para toda la Gran Ruta, un par de ellos o incluso uno por parroquia, eso ya va sobre vuestros gustos y preferencias pero de nuevo la corta distancia entre los lugares de interés andorranos no convierte al tema hotelero en una de las dicotomías a plantear sobre la mesa de la planificación inicial del viaje.

Valle del Madriu, Patrimonio Mundial de la Humanidad.


Las siete parroquias se encuentran próximas entre sí pero ofrecen atractivos suficientes como para poder dedicar un par de jornadas a cada una. De hecho, así es como he planteado y realizado esta Gran Ruta, que me ocupó un total de 14 días (amoldables insisto a la disponibilidad de cada visitante). La intención de los post que iré escribiendo en el blog sobre la vuelta a Andorra es, como es habitual, compartir con vosotros mi viaje, mis experiencias y mis vivencias en la naturaleza del Principado, luego, como siempre, seréis vosotros los encargados de reducir o ampliar el número de jornadas a gusto del consumidor. En mi caso preferí dejar un programa holgado ya que no hay que olvidar que estamos en terreno de montaña y como siempre, las condiciones climatológicas pueden variar con celeridad, incluso dentro de un mismo día y en cualquier época del año. Mejor siempre tener margen para ello. Respecto a la oferta hotelera, que es amplia y de calidad, os dejo un enlace donde encontraréis los alojamientos de cada parroquia y el resto de datos prácticos para que preparéis el viaje en un año, 2011, que no olvidéis es no sólo el Año Internacional de los Bosques, sino el Año de los Pirineos.

Caballos en el valle del Madriu.


Poco ha variado el resultado final del viaje, en cuanto a lugares de visita y excursiones previamente planificados, con lo visitado y recorrido finalmente. Alguna incorporación de última hora de esas que siempre enriquecen los viajes pues son lugares con los que uno no contaba o ni siquiera conocía y no duda en incorporarlos al itinerario sobre la marcha. ¡Que sería de un viaje sin esas pequeñas gratas sorpresas y descubrimientos que te hace la gente del lugar!

Andorra cuenta con tres espacios naturales protegidos de relevancia internacional: el parque natural comunal Valles del Comapedrosa, el parque natural del valle de Sorteny y el valle del Madriu, Perafita y Claror, éste último declarado por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad. Sobre estos tres enclaves gira el grueso de la naturaleza andorrana (y este viaje) al que complementan otras propuestas de ecoturismo como visitas a circos glaciares, estanys o lagos glaciares, bosques atlánticos y mediterráneos, cascadas, observación de la especies más emblemáticas de la fauna del Principado: quebrantahuesos y otras especies de rapaces, rebecos, muflones, marmotas, corzos, ciervos, nutrias, urogallos, decenas de especies de pequeños pájaros, una buena cantidad de anfibios, reptiles (como el importante endemismo de la lagartija pallaresa), e infinidad de invertebrados. Cualquier experto entomólogo amante de los lepidópteros puede perder la cabeza en este paraíso para las mariposas.

Lagartija pallaresa (Iberolacerta aurelioi). Parque natural comunal valle del Comapedrosa.


¡Y la flora! Bosques de pinos, abedules, abetos, encinares, bosques mixtos, etc, en el que abundan rododendros, orquídeas, lirios… y un sinfín de endemismos. Pero no quiero adelantarme. De momento so dejo con las etapas de esta Gran Ruta de Ecotouring Vuelta a Andorra y tiempo tendré en los próximos días de ir desgranando cada una de ellas y todo lo que hay que ver y sentir que, ya os adelanto, es mucho.

Estany de la Nou. Valle de Perafita.

¿Por dónde empezar? Pues realmente podéis empezar por donde queráis (ventajas de que todo quede a mano) pero yo he preferido hacerlo de sur a norte y de oeste a este, en el sentido más o menos de las agujas del reloj, comenzando por la Andorra más mediterránea y entrando poco a poco en la alta montaña:

1º día. Sant Julià de Lòria: El oeste de la parroquia y el bosque de La Rabassa.
2º día. Sant Julià de Lòria: El Camí del Pastor
3º día. Andorra la Vella: el valle de Enclar
4º día. Andorra la Vella: el río Valira
5º día. La Massana: Collada de Montaner (valle de Sispony)
6º día. La Massana: Parque Natural Comunal Valles del Comapedrosa.
7º día. Ordino: Bosque de Ordino.
8º día. Ordino: Parque Natural del valle de Sorteny.
9º día. Escaldes-Engordany: Valle del Madriu, Perafita y Claror.
10º día. Esclades-Engordany: Ruta de Entremesaigües.
11º día. Canillo: Valle de Incles (Estany de Juclar) y Valle de Ransol.
12º día. Canillo: Valle de Incles (Siscaró).
13º día. Encamp: Collada de Beixalís y el Bosque del Campeà.
14º día. Encamp: Circo de Pessons.

lunes, 20 de junio de 2011

Andorra, la naturaleza intacta del Pirineo

Existen más de 60 estanys. Un momento de relax en el Circo de Pessons.

La primavera se encuentra muy avanzada y la nieve se ha retirado casi por completo. Estoy de enhorabuena, es la Andorra que vengo buscando; la que queda al descubierto tras la retirada del manto níveo y con él los 10 millones de visitantes que cada año llegan al país para disfrutar de la nieve. Yo he venido en busca de la otra Andorra, la verde.

La nieve juega un papel muy importante en el paisaje andorrano preservando su inmaculada naturaleza de forma casi virginal. Cada año, al retirarse el blanco elemento, las montañas sacan a relucir unos recursos naturales únicos, la naturaleza intacta del Pirineo.

Andorra, un paraíso para las mariposas con el valle de Sorteny a la cabeza.

Los meses que tenemos por delante se presentan idóneos para caminar y observar un paisaje natural pleno. No podía faltar pues una Gran Ruta de ecotouring por un país en el que, a la hora de recorrerlo, todo son ventajas. Ventajas logísticas y, lo que es más importante, ventajas medioambientales. Os cuento.

Vasta cobertura forestal y excelente estado de conservación de los bosques.


Hay una serie de datos que dejan claro la privilegiada situación de Andorra en este sentido. A efectos logísticos se trata de un país de reducidas dimensiones (468 km2) en el que todo queda lo suficientemente salvaguardado por el carácter montañoso, pero a la vez todo queda a mano gracias a la buena red de carreteras. Para que os hagáis una idea, podéis realizar toda esta Gran Ruta con menos de un depósito de gasolina (por cierto con la gasolina un 20% más barata que en España, así que os podéis dar la vuelta a Andorra ¡por unos 40 euros!) y llegar al punto de partida de caminatas y excursiones ecoturísticas de forma mucho accesible que en el resto de la cordillera. Las carreteras de Andorra suben alto, hecho que es una doble ventaja a la hora de emprender una ruta a pie, por un lado nos ahorran caminar muchos metros de desnivel hasta alcanzar el objetivo y por otro nos permiten disfrutar más tiempo con aquello a lo que hemos venido a observar, ganando tiempo a las aproximaciones pedestres.
También a efectos de organización se encuentra como valor positivo la proximidad de sus siete parroquias y que en menos de 1 hora podemos cruzar el país de un extremo a otro.
Circo glaciar del Pla de l'Estany, parque natural Comapedrosa.


Desde el punto de vista natural, Andorra es diferente al resto de la cordillera y puede presumir por ello de poseer interesantes valores naturales que lo convierten en un destino único en este sentido. A la diferencia de cotas, con altitudes que van desde los 850 metros (Sant Julià de Lòria) hasta los 2.942 metros del Pico Compadrosa (La Massana), el techo del país, se ha de añadir el hecho de la orientación de sus valles, algo fundamental a la hora de configurar su perfil de biodiversidad. A lo largo de los 550 kilómetros del Pirineo axial, los valles principales están orientados de forma perpendicular a la cordillera (norte-sur) excepto en el valle de Ordesa y el valle de Arán, que se orientan de forma paralela (este-oeste). Los valles andorranos forman una especie de roseta, disponiéndose a modo de pétalos con todas la orientaciones posibles. Este hecho dispara y concentra a la vez los valores de biodiversidad, de forma que lo que en otros lugares del Pirineo llevaría mucho tiempo y distancia para encontrar, aquí se localiza en un abrir y cerrar de ojos. Puedo estar rodeado de la xericidad de un ambiente mediterráneo y, en quince minutos, estar inmerso en un bosque atlántico de ensueño. Ambientes Mediterráneo y Atlántico (eurosiberiano) en un palmo de terreno. Econtono excepcional para la flora y fauna de ambas regiones.
Grandalla, flor nacional de Andorra.


El número 2.000 sería doblemente importante, por ser la diferencia de cotas altitudinales del Principado y por ser la altitud media a la que se encuentra la superficie del país. Una superficie con casi el 95% de su extensión que nada tiene que ver con el asfalto ni las ciudades. Un porcentaje reservado sólo para la naturaleza en estado puro, sus ríos, arroyos y lagos, sus montañas y valles, sus bosques y prados… justo lo que vengo buscando. De regreso a casa después de un par de semanas inolvidables, mañana os cuento las etapas y el qué ver en esta gran ruta por la naturaleza intacta del Pirineo.
La marmota es un habitante frecuente en la alta montaña andorrana.

sábado, 11 de junio de 2011

9ª etapa. Reykjavik, cultura y naturaleza

Ballena minke.

La capital islandesa es una ciudad muy manejable. Idónea para una escapada de fin de semana o, como en mi caso, etapa final de la maravillosa experiencia de la Ring Road. 300 mil islandeses, es decir, la mitad de la población del país, viven en Reykjavik. Es la capital más septentrional del mundo. La ciudad es pequeña y cuenta con un casco histórico, próximo al puerto, peatonal y lleno de encanto. Una mañana es suficiente para pasearlo con calma y observar sus principales monumentos y lugares de interés. En mi caso he reservado un par de días en la ciudad por varios motivos. Uno, como es lógico, para descansar después de la conducción a través de la carretera de circunvalación de la isla. Otro, como segunda opción para el avistamiento de algunas de las especies en las que estaba interesado en la visita a Islandia: ballenas y frailecillos fundamentalmente.


A lo largo del recorrido, como habéis ido comprobando en los diferentes post, he tenido suerte en ambos casos, pero pudiera ocurrir que el mal tiempo hubiera echado al traste alguna de las excursiones (como de hecho ocurrió en los acantilados de Dyrhòlaey, cerca de Vik) y Reykyavik ofrece otra opción para excursiones de birdwatching y whalewatching gracias a su clima más benigno. Estas excursiones se contratan en el puerto, en donde hay casetas de las diferentes empresas que ofrecen la actividad. Las principales son Life of Whales, Puffin express y Elding, que cuenta con un museo de las ballenas en un barco anclado en el puerto. La excursión de frailecillos dura 1 hora y la de ballenas entre 2-3 horas dependiendo del horario y empresa.

Petrel siguiendo la estela del barco.

Atentos a los lomos de las ballenas emergiendo.

En el caso de los frailecillos hay una isla en la bocana del puerto (a 10 minutos de tierra) copada por estas simpáticas aves, pero ojo con las mareas. Conviene que preguntéis antes de salir si la marea está baja, ya que si es así, la embarcación no puede acercarse a la isla y la excursión, desde la distancia, será un fracaso. Las empresas tienen el detalle, eso si, de invitarte a una siguiente salida gratis. En mi caso me ofrecieron una al día siguiente pero ya era tarde pues la tenía reservada para visitar el museo vikingo (saga), así que la cambié por una salida de Whalewatching y aboné la diferencia (cuestan 20 y 45 euros frailecillos y ballenas respectivamente) para salir esa misma tarde.

Skúa atacando a una gaviota.

La isla de los Frailecillos y al fondo los edificios de Reykjavik.

Las ballenas son menos numerosas y están más lejos de la costa que en Húsavik, pero normalmente suele haber éxito en el avistamiento. De nuevo las ballenas minke.
Existen salidas combinadas de ballenas y frailecillos o sólo ballenas. Como ya es habitual, a falta de ballenas, las aves marinas se encargan de entretener al pasaje… una pareja de agresivos skúas atacando a una gaviota, alcatraces que viene y van a baja altura, cormoranes, frailecillos pescando, etc.; ¡que no pare el espectáculo!

Ejemplar adulto de alcatraz.

La presencia de alcatraces es notable si tenemos en cuenta que no demasiado lejos, en el islote de Eldey (al sur de Keflavik) nidifica una de las colonias más importantes a nivel mundial de alcatraz atlántico.

Es hora de regresar a puerto y despedirme así de la excelente naturaleza islandesa. Ahora toca una buena cena, bien merecida, para brindar por la culminación del viaje y mañana todavía tendremos tiempo de visitar el moderno museo Saga. Una advertencia si vais con niños, los muñecos de cera están tan bien hechos –incluso respiran- que los más niños –y algunos no tan niños- lo pasan verdaderamente mal. Como dato curioso comentaros que las caras de los personajes que van ambientando diferentes escenas de la época vikinga medieval –no escatiman en detalles del horror de aquel periodo islandés- son retratos de modelos reales, algunos vecinos de Reykjavik que sirvieron de modelos. El museo, se encuentra en el moderno edificio de La Perla, que posee una bóveda acristalada y miradores panorámicos (en restaurante giratorio) sobre la ciudad. Incluso un géiser artificial en el exterior.
Bahía de Reykjavik.

Museo de la Ballena, en el puerto de Reykjavik.


Finalizada la visita, un último paseo por la ciudad y directos a Keflavik para tomar el vuelo de regreso a España. No sin antes devolver la autocaravana (la meticulosidad y tiempo dedicado a tal menester en esta ocasión fueron más benévolos) y a descansar unas horas en un hotel de Keflavik, junto al aeropuerto internacional. Un taxi, nos trasladó de madrugada al aeropuerto para tomar el vuelo a París y de allí a España.

Han sido 12 días intensos, 9 etapas a lo largo del Anillo. Me he quedado con ganas de muchas cosas pero estoy seguro de que regresaré. Islandia me hay cautivado.

Museo Saga.

El pequeño y colorido viejo puerto de Reykjavik, en el que se respira whalewatching

miércoles, 8 de junio de 2011

8ª etapa. Un día con focas para completar el Anillo

8ª etapa. Hammstangi – Reyjavik. Distancia total: 170 km.

En Islandia viven focas grises y focas de puerto.

La etapa de hoy es una clara etapa de transición. Transición entre el norte y el sur de Islandia, el cierre del círculo. Con más días disponibles pasa por ser también la llave hacia el oeste de Islandia, donde aguardan fiordos, acantilados vertiginosos y la literaria península de Snafellnes. Esta península es el Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, está ligada a la vida de Erik el Rojo, el vikingo más célebre de todos, y a buena parte de las sagas medievales islandesas. Territorio volcánico de gran belleza e interés que tendré que dejar para la próxima ocasión. En el noroeste de Islandia se encuentra la principal población de zorros árticos y el mejor lugar para la observación de aves: Látrabjarg, al que ya me he referido en alguna ocasión.

Focas de puerto en el fiordo frente a Hammastangi.

Pero nada en Islandia deja indiferente, ni siquiera una etapa de transición. En esta ocasión dos son los principales atractivos del largo kilometraje de hoy: la costa y sus focas, y el paisaje interior del volcán Eiriksjökull y el glaciar Langjökull. Bueno habría un tercer aliciente: el túnel submarino de 5.770 metros de longitud que salva el fiordo Hvalfjördur y nos deja a las puertas de la capital.

Museo de las Focas de Hammastangi.

Hammstangi es parada obligada si nos interesan las focas. Allí se encuentra el museo (WP.GR.3.47) dedicado a estos mamíferos marinos, una casa solitaria junto al pequeño puerto alberga una exposición con paneles, animales disecados y buena información ameniza el interior del caserón, afuera, algunas simpáticas tallas de madera decoran el desangelado jardín exterior. Esta casa museo de las focas es también el lugar para apuntarse a las salidas en barca para observarlas. Esta parte de la costa del país es la zona elegida por las dos especies de focas que habitan Islandia (la foca gris y la foca de puerto) para vivir. La foca gris (Halichoerus grypus) es más escasa y se encuentra en puntos más localizados que la foca de puerto (Phoca vitualina), que se reparte de forma más homogénea a lo largo de la bahía. Se reparten en pequeños grupos, parejas o ejemplares sueltos en playas de cantos rodados, espolones rocosos o bancos de arena que quedan al descubierto con la bajamar y se pueden encontrar salpicadas a lo largo de la enorme bahía Húnaflói y sus cuatro fiordos principales: Steingrimsfjördur, Birufjördur, Hrútafjördur y Midfjördur. En este último se localiza Hammstangi. La carretera 68 costea por todo el litoral y es buen recorrido para intentar avistarlas desde tierra.

Colimbos.


Desde el puerto de Hammstangi (WP.GR.3.48) no se necesitan más de 15 minutos para cruzar a la otra orilla de la bahía y encontrar los primeros ejemplares. Como siempre que se trata de excursiones marítimas, las aves no faltan a la cita y en esta ocasión tenemos ocasión de disfrutar con la presencia de colimbos, ánsares, eiders, gaviotas, petreles, skúas, charranes, charrancitos, etc. Ni rastro de frailecillos, aunque de ellos hemos tenido buenas dosis en Húsavik y Bakkagerdi. Una hora después, el barco regresa a puerto.


Nos despedimos del norte de Islandia y ponemos rumbo al sur por nuestra fiel compañera la nacional 1. Muchos kilómetros por delante para hacer un repaso mental de lo vivido en estos días. Los recuerdos, como siempre, se amontonan. Hielos, lavas, géisers, fumarolas, cráteres, cascadas, fiordos, ballenas, aves, focas… Islandia da para mucho.
Disfrutando de la visión desde la ventanilla izquierda del vehículo de los paisajes interiores de hielo de Langjökull, dejamos atrás la ciudad de Borgarnes y llegamos al peaje del túnel en Inhrielmur (WP.GR.3.49). Media hora después de emerger del mar, entramos en las calles de Reyjavik (WP.GR.3.50). Objetivo cumplido: el anillo islandés, la célebre Ring Road, ha sido completado.

Zorro ártico en el museo.

Pero el viaje no acaba aquí, todavía quedan por delante un par de días para conocer y pasear la capital más septentrional del mundo: Reykjavik. Sus calles peatonales, sus edificios, sus monumentos, sus jardines, sus museos y por supuesto, no podemos abandonar el país sin realizar una última visita natural…

Carneros y ovejas son una constante en el paisaje.

Ansares

Lista de Way Points Gran Ruta 3:
WP.GR.3.47  27 W502538 E7252574
WP.GR.3.48  27 W502445 E7252476
WP.GR.3.49  27 W456022 E7131640
WP.GR.3.50  27 W461693 E7111130