martes, 28 de diciembre de 2010

7 días en el paraíso


Cuando me planteé hace unos días mostraros una Gran Ruta por las islas Seychelles me asaltó la duda lógica sobre el medio de transporte. Digo lógica porque Seychelles es un paraíso para la navegación y como archipiélago que es con nada menos que 155 islas os podréis imaginar que la mejor forma de conocerlo es abordo de un velero. Bien es cierto que la mayoría de los atractivos turísticos y recursos naturales se pueden visitar teniendo como punto de partida las tres islas principales: Mahé, Praslin y la Digue, por orden de tamaño. Ya sea por encontrarse en alguna de estas tres islas o bien por ser accesible como excursión de medio día o un día desde cualquiera de ellas pensé que lo mejor era, en cambio, conocer Seychelles desde un vehículo con el menor cambio de alojamiento y hacer la excursión concreta en barco de ida y vuelta a Mahe o Praslin, que es, por otra parte, la forma en la que lo suelen ofrecer las agencias y empresas locales.







Las islas Seychelles son diversas y de morfología variada, con formaciones rocosas de granito únicas e islas, islotes y atolones que van desde islas montañosas cubiertas de selva hasta bancos de arena que asoman ligeramente por encima de un mar turquesa.






A lo largo de los próximos días compartiré con vosotros un recorrido de ecotouring por Mahe, Praslin y La Digue. Pocos kilómetros para conducir (alrededor de 60 en el perímetro de Mahe y de 25-50 en la isla de Praslin). También unos pocos kilómetros en La Digue, pero no en coche sino haciendo uso del vehículo local en una isla en la que están prohibidos los vehículos. El Paraíso, vamos.






El recorrido propuesto para esta Gran Ruta que he llamado 7 días en el Paraíso es:


1º día. Llegada a Victoria (isla de Mahe) y Parque Nacional de Saint Anne.


2º día. Recorrido por el interior y la costa de Mahe. Parque Nacional Morne Seychellois.


3º día. Traslado a la isla de Praslin. Parque Nacional Praslin con la Reserva Natural del Valle de Mai.


4º día. Parque Nacional Curieuse y Reserva Natural de Cousin.


5º día. Parque Nacional isla de Coco y Playa Anse Gorgette.


6º día. Isla de La Digue. El paraíso de Source d’Argent, una de las mejores playas del mundo y la Reserva Especial La Veuve.


7º día. Regreso a Mahe y vuelta a España.






Fuera de ruta quedan dos lugares emblemáticos de Seychelles, la isla de los Pájaros (accesible en avión), al norte, y el archipiélago de Aldabra, muy retirado (al sur) y sólo accesible en barco para el que es preciso programar al menos 5 días para recorrerlo durmiendo en el barco. No hay poblaciones ni infraestructuras en Aldabra, sólo naturaleza a modo de atolón, arrecifes coralinos, playas, manglares, miles de aves y las célebres tortugas gigantes de Aldabra. Una especie de versión Índica de las islas Galápagos. Pero no os preocupéis, los atractivos y valores naturales de Aldabra (y alguno más), tendréis ocasión de descubrirlos en el recorrido propuesto de 7 días en el Paraíso visitando 5 parques nacionales y 3 reservas naturales.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Islas Seychelles, paraíso natural




Seguro que también os pasa a muchos de vosotros. Seychelles es uno de esos destinos turísticos que, sin conocerlo, suena a destino de recién casado con hotel coqueto y una buena playa de arena blanca. No vais desencaminados. El día que pisé por primera vez este archipiélago del Índico me di cuenta de que estaba equivocado. De que ésa es sólo la puerta de entrada comercial a un destino de naturaleza en toda regla. Un verdadero paraíso del mundo y un deleite para los sentidos y la fotografía. Bueno, sorpresa desvelada. La próxima Gran Ruta del blog está dedicada a las islas Seychelles: un recorrido de ecotouring (con pocos kilómetros y mucho que ver) por sus tres islas más grandes Mahe, Praslin y La Digue, y diferentes asomos a las islas e islotes vecinos.







Las playas, por supuesto, están (¡¡y qué playas!!) pero con lo que no cuenta casi nadie es con el resto de valores naturales que atesora el archipiélago: islas donde sólo habitan pájaros, otras donde crían tortugas marinas, arrecifes coralinos, mares ricos en cetáceos y escualos, atolones donde se mueven a sus anchas las tortugas gigantes, aves del paraíso, selvas en las que crecen los cocos más raros y grandes del mundo… Si me acompañáis, los próximos días os mostraré cómo es el paraíso natural de las islas Seychelles. Os va a sorprender.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Gran Ruta en el paraíso


Pues si, después de la siempre impresionante Laponia noruega (que buenos recuerdos…) he decidido que tengo que recuperarme del frío y cambiar radicalmente de aires. Para que os recuperéis vosotros visualmente también del frío, del hielo y de la nieve.

¿Dónde? En un auténtico paraíso natural...
¿Cómo? A través de ecotouring
¿Cuándo? Todo el año, pero especialmente esta época, desde noviembre a junio, cuando las temperaturas son de ensueño en medio de un paisaje que como iréis comprobando también lo es.
En los próximos días comenzamos esta Gran Ruta de ecotouring hecha en 2007 y de la que os dejo una imagen de avance.
¿El lugar? Sorpresa pero… ¿a qué apetece?


domingo, 19 de diciembre de 2010

A casa: 2.652 km.



9º día. Honinnsvag-Alta: 207 km.


Continuamos al borde del acantilado sobre el Océano Glaciar Ártico, junto al famoso globo terráqueo que indica que hemos conseguido un sueño. Un sueño del que, como tantos otros buenos sueños, no queremos despertar. Frente a nosotros la siguiente masa terrestre es ni más ni menos que el Polo Norte (a unos dos mil kilómetros). Hemos conseguido la gesta que el italiano Francesco Neri, el primer turista, consiguiera en 1664. Ahora que veo el mar ahí abajo me imagino cómo debe ser la llegada en barco en verano, bajo un espectacular sol de Medianoche. Durante la época estival las formas de acceder al Cabo Norte son básicamente dos: bien en bote desde Honningsvag, Kamoyvaer o Skarsvag hasta el pequeño puerto de Hornvika y desde allí subir caminando los 307 m. de desnivel del acantilado por la empinada ladera como hicieran los primeros turistas hace más de cien años, o bien en coche por la misma carretera que hemos venido nosotros. Cada una tiene su atractivo.






Seguimos junto al globo terráqueo, observando un mar que no se hiela. Desde luego sorprende que a pesar del gélido decorado, el mar no esté congelado. La corriente cálida del Golfo de México hace que, a pesar de encontrarnos en latitudes tan septentrionales, el agua no se congele nunca y prolifere una gran industria pesquera en el que es el mar más rico del mundo en pesca.






Embelesados, la mente se resiste a volver, seguramente aferrándose al recuerdo de días pasados en Honninsvag, bajo vientos de 160 kilómetros/hora y temperaturas de 10 grados centígrados bajo cero. Por fortuna hoy las condiciones son mejores, pero no obstante hace frío y seguro que el cuerpo agradece algo de calor en el interior del Hall del Cabo Norte, con la mayoría de salas de esta magnífica obra arquitectónica de 5.000 metros cuadrados subterráneas: Antes de que le demos ese gusto al cuerpo, la vista se nos va hacia la izquierda, hacia el punto donde se dirige la desviación en la que iniciamos nuestra marcha con las raquetas de nieve. Ese camino de 9 kilómetros conduce al cabo Knivskjellodden, una solicitada excursión senderista estival. ¿Por qué?


Este fino y alargado cabo (foto), el Knivskjellodden, es en realidad el extremo más septentrional de Europa continental, emplazado a 71º 11’ 08’’.






Ahora si, el cuerpo manda y buscamos cobijo en el Hall para cumplir con la tradición. Como mandan los cánones, se debe brindar con champagne y caviar ártico como nuevo miembro del Royal North Cape Club. No hay mejor despedida hacia el calor de España. Antes resta regresar a Alta para tomar al día siguiente el vuelo de regreso a Oslo y Madrid. El camino de regreso se hace como ya es habitual para nosotros, en medio de un paisaje helado, de una magnífica tundra ártica con algo de taiga. Recordamos los intensos y deliciosos días vividos en Finnmark, la amabilidad de sus gentes y la austeridad de sus paisajes. Pocas veces algo austero puede ser tan bello. Un par de alces junto al camino rompen la blanca soledad. Sin mayor novedad llegamos a Alta y observamos de nuevo, como hicimos el primer día, el cartel con decenas de distancias kilométricas a lugares en todo el mundo. Busco Madrid, nuestro próximo destino.


jueves, 16 de diciembre de 2010

8º día. El Cabo Norte, meta conseguida




Honinnsvag – Nordkapp (Cabo Norte): 35 kilómetros


Y por fin llegó el fax. Existe un Centro de Información de Automovilistas (tfno. 117), que es el que se encarga de gestionar e informar sobre el estado de la carretera que lleva al Cabo Norte. La carretera suele estar abierta sin mayor problema entre mayo y octubre pero el resto del año, la nieve (y sobretodo el viento) suele condicionar mucho su estado de apertura. Eso suele ser el 30% del invierno. Esta carretera es la única vía de acceso terrestre. Nuestra idea era continuar ruta en vehículo hasta donde fuera posible o si no, intentarlo a pie. Al final, pudimos cumplir el sueño. Tal y como teníamos previsto fuimos en vehículo (hay un bus que realiza este trayecto pues en invierno está prohibido el paso a los vehículos privados) hasta el punto en el que la E-69 (la carretera de acceso al Cabo) presenta un cruce de caminos unos 9 kilómetros antes de llegar. Era el punto elegido para cambiar el vehículo por las raquetas de nieve y cubrir esa distancia caminando. La ruta transcurre por terreno prácticamente horizontal a lo largo de una pequeña meseta hasta finalizar bruscamente en los acantilados costeros. Nosotros realizamos la ruta en raquetas con las vertiginosas caídas a nuestra derecha, caminando siempre hacia el norte en este inmenso mar de nieve. A falta de otras referencias, nos valíamos de ver el mar a la derecha y seguir el sentido más septentrional posible. Como es lógico, es preciso, eso si, no aproximarse demasiado a los acantilados. Sentido común, vamos.








Casi 3 horas después aparecía ante nuestros ojos el edificio que alberga el complejo turístico del Nordkapp o Nordkapphallen (restaurante, museo, exposición, oficina de correos –desde la que como suele ser habitual se envía una carta o postal con sello franqueado en el mismísimo extremo de Europa- y la sede el Royal North Cape Club, al que desde ese día pertenezco (pertenecemos) como otros tantos aventureros que han pisado antes y después que nosotros la latitud 71º 10´ 21´´, tal y como atesora el certificado que expiden. Con el carnet de miembro del Royal North Cape Club, tengo el acceso gratuito de por vida al Cabo Norte. El certificado no es gratis (sólo entrar al complejo vale casi 250 coronas noruegas), así que habrá que volver para amortizarlo….


La tormenta de días anteriores ya había amainado pero no había pasado del todo, de forma que no había que demorar mucho el regreso. El mal tiempo había que hecho que fuéramos los únicos valientes (u osados) en llegar al Cabo ese día así que pudimos disfrutar del Nordkapp para nosotros solitos. ¡¡Qué lujo!! Antes, eso si, la foto de rigor junto al globo terráqueo que se ha convertido en el icono del punto más septentrional de Europa. Bueno exactamente no es el situado más al norte… pero os lo explico mañana.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

7º Día. El fax. El Cabo Norte se hace esperar



Qué razón tenían. La gente del lugar siempre ha sido sabia en eso del tiempo que va a hacer… y ya nos dijeron ayer que la cosa pintaba mal. La tarde del día anterior fue buena, como casi todas. Cielo con estrellas y auroras boreales. Me resistía a pensar que al día siguiente la cosa iba a cambiar pero en las latitudes en las que estamos la meteorología cambia para bien o para mal a gran velocidad. Lo que nos anunciaron como una tormenta de nieve resultó ser finalmente un temporal en toda regla que nos dejó incomunicados en Honingsvag ¡¡¡¡ 3 días!!!!.






Al Cabo Norte llegan cada año 200.000 personas, pero casi la totalidad lo hace en verano, con el sol de Medianoche (clima más benigno) y en gran parte en barco hasta el puerto de Honningsvag (a bordo de Hurtigruten). Pocos, muy pocos, lo hacemos en pleno invierno.


Tiempo atrás, en la comodidad del calor del hogar en España, planteamos este viaje precisamente con el atractivo de llegar al Cabo Norte abriéndonos paso con las raquetas por la nieve. Pues bien, se cumplió al 100%. Y poder vivir esa experiencia tenía un precio: quedar atrapados por una tormenta a 35 kilómetros del Cabo. Allí pasamos tres días a la espera de un fax.

 Aunque han pasado pocos años, eran otros tiempos. Tiempos en los que el fax funcionaba por encima del mail. Cada rato pasábamos por la recepción a la espera del fax que nos comunicara que el paso hacia el Cabo Norte estaba abierto. Y mientras éste llegaba recorrimos Honninsvag de cabo a rabo. Paseamos por las callejas junto al puerto, sus casas de colores, nos acercamos a ver los barcos pesqueros, y sobretodo pasamos muchas horas en el hotel. Los dos primeros días pasamos más tiempo sin luz que con luz por cortes de la electricidad debidos al mal tiempo. Se consumieron unas cuentas velas… Cuando el tiempo lo permitía, es decir, cuando dejaban de soplar las fuertes rachas de viento, salía del hotel a estirar las piernas y respirar aire “fresco” (gélido, más bien). Podéis imaginaros la combinación explosiva que puede resultar a la hora de dar un paseo sobre un suelo de hielo y con vientos casi huracanados… mejor quedarse a buen recaudo que salir volando.


Honingsvag es una población costera de 3.500 habitantes. Hay una oficina de turismo, el albergue Northcape Guesthouse, el hotel Honinngsvag Brygge, una diminuta cervecería y unos pocos restaurantes. Poco más.






Una vez nos comunicaran que teníamos vía libre para continuar camino lo teníamos todo programado. Tiempo desde luego habíamos tenido para repasar una y otra vez el itinerario hasta Nordkapp. Las raquetas de nieve estaban a punto, sólo restaba la llegada del fax. De nuevo a recepción a preguntar; la respuesta siempre la misma: sin novedad. A esperar.



lunes, 13 de diciembre de 2010

6º día. Hacia el Cabo Norte



Karasjok – Honingsvag: 237 km.

Hoy tenemos por delante un día de conducción. El más largo en lo que a kilometraje se refiere. No hay que olvidar que transitamos por la tundra y la conducción sobre nieve y hielo requiere de paciencia, destreza y nada de prisa… Hay que recorrer casi el doble de kilómetros que ningún día, pero después de la intensa jornada anterior en la que apenas tocamos el coche y si las motos de nieve, los trineos de perros… y los de renos, estamos con ganas de ponernos de nuevo en ruta por estos espectaculares paisajes. Hoy llegaremos a la costa, a Honningsvag. A los pies del Cabo Norte. El sueño se toca cada vez más cerca.



 

Antes de salir decidimos emplear un buen rato en conocer Sami Park, el parque temático dedicado a exponer la cultura sami. Vale la pena y siempre se aprenden muchas cosas nuevas sobre esta etnia tan singular. Me interesó especialmente todo lo relevante a los chamanes y sus ritos. También en Karasjok se encuentra la única iglesia que quedó en pie tras la Segunda Guerra Mundial.

 



Ya estamos en el coche. Depósito lleno y muchas granas por delante. El Mar de Barents nos espera. El tema del combustible es importante siempre que se conduce por tierras y paisajes desérticos en los que no siempre resulta fácil repostar e incluso encontrarse con alguien. La tundra lo es. Un desierto de nieve y hielo pero desierto al fin y al cabo. Así que siempre es muy recomendable tener el depósito lleno. Con el combustible funciona el coche pero también la calefacción…


El paisaje que tenemos por delante posee una monotonía encantadora. Pocas veces resulta tan atractivo un paisaje monótono. Kilómetros y kilómetros de blanco que termina por conquistar el espíritu aventurero y colgar el cartel de completo en el cajón espiritual de los amantes de los grandes espacios. Nosotros lo somos y por eso estamos aquí.

 Embelesados llegamos al mar. Es un paisaje sorprendente no por menos esperado. Algunas manadas de renos salvajes, sus icebergs y placas de hielo flotando en el mar de Barents. Sólo falta un oso polar subido a alguno de ellos. El cielo despunta sus últimos rayos de sol antes de adentrarnos en los túneles que cruzan bajo las aguas hasta la isla (Máhkáravju) en la que encuentra nuestro objetivo: Honningsvag, la última localidad antes de Nordkapp.


Estamos a las puertas del Cabo Norte (Nordkapp) y mañana puede ser un gran día. Al llegar al hotel de este pequeño pueblo pesquero nos comentan que la previsión meteorológica no es muy halagüeña….








lunes, 6 de diciembre de 2010

5ª Día (y II). Un día con los samis




Últimamente he descubierto un aliciente que hasta hace unos años, he de confesar, no me planteaba como uno de los valores primordiales a la hora de elegir destino en un viaje de aventura. Me refiero al elemento étnico. Normalmente eran el paisaje y la naturaleza los elementos más seductores en el momento de realizar un desplazamiento. Cuanto más lejano, inaccesible y agreste, mejor es un lugar como destino de aventura. Un buen día, viajando por la cuenca amazónica de la Guayana francesa, se despertó en mí la curiosidad por conocer y saber acerca de las personas que de forma contemporánea viven en lugares tan diferentes a mi lugar habitual de residencia, España. Son varias las etnias que he conocido y visitado desde entonces por diferentes lugares del planeta y varias las ocasiones de conocer culturas muy dispares, sus costumbres, sus alimentos, sus técnicas de caza, pesca o recolección, sus creencias, etc. Es sorprendente saber cómo el hombre se ha adaptado –y lo sigue haciendo- a sobrevivir en circunstancias adversas, en latitudes increíbles y ante condiciones climatológicas que poco invitan a disfrutar de la vida. Los samis o lapones son en este sentido una de las etnias más sorprendentes.


En la actualidad son cerca de 50.000 los samis que viven en el norte de Noruega, norte de Suecia, norte de Finlandia y noroeste de Rusia (Península de Kola). Se mueven a sus anchas por este vasto territorio, ajenos a las fronteras actuales, desarrollando su modo de vida ancestral: el pastoreo de renos.


Desde hace miles de años la región de Laponia es para ellos su país (Sápmi) y en él desarrollan una vida nómada –el último grupo étnico nómada que queda en Europa- siguiendo la migración natural de los renos de la montaña hacia la costa. Los densos bosques de coníferas y sobre todo la tundra son su razón de ser y ha ello se han adaptado de forma sorprendente. En verano los días por encima del Círculo Polar Ártico son largos, de hecho el sol de medianoche hace que el astro rey no llegue a ponerse, y la vida en Sápmi es agradable, incluso bucólica.


Muy diferente es el clima durante la otra mitad del año, cuando la nieve y el hielo dominan un paisaje espectacular a muchos grados bajo cero. Es en esta temporada, época de auroras boreales, cuando uno siente verdadera admiración por estas gentes, que todavía viven en sus lavvus o tiendas de piel de reno en la inmensidad de las planicies heladas de Laponia (Lapland o Sámiland). El reno lo es todo para los samis: es su oficio, es –junto al salmón- su principal alimento, es también fuente de productos para la confección de sus trajes típicos, de sus casas,... es también mitología, pues el reno es para el “Noaidi” -chamán sami-, la manifestación terrestre del ser supremo, origen y explicación del mundo y su naturaleza antes de la llegada del cristianismo.






Algo más de la mitad de los cincuenta mil samis que todavía viven lo hacen en la Laponia noruega, principalmente ligadas a las comunidades de Kautokeino y Karasjok, en la región de Finnmark.


Aunque buena parte de los samis actuales han adaptado su vida a la pesca, a trabajar en las poblaciones o en las ciudades, e incluso al turismo, todavía un tercio de la etnia lapona mantiene su modo de vida tradicional. Es pues una ocasión única la que se nos presenta de ir en busca de una estas familias y experimentar con ellos un día en la vida sami.


Siguiendo a las manadas de renos, que llegan a congregar miles de individuos en su camino hacia el Cabo Norte (hacia donde también nosotros nos dirigimos), las familias han cambiado el transporte en trineos tirados por estos ungulados y el pastoreo con perros por el uso de la moto de nieve, una verdadera revolución en la cultura sami. Las motos de nieve han permitido seguir más cómodamente a sus manadas y ejercer el pastoreo de forma más rápida y eficaz. También han facilitado el remolque de sus enseres y sus casas de fácil montaje –lávvus y goahtis-.


Los samis de la costa y del interior llevan una vida sedentaria. Son los samis de montaña -los que se dedican a la crianza de renos desde el siglo XVI-, los que se mueven entre la montaña, a la que llegan en otoño, y la costa, a la que llegan en primavera. Durante el desplazamiento, varias familias se juntan y hacen una vida en comunidad en torno a campamentos –“siida”- hasta la época de partir de nuevo tras el instinto natural del reno, su movimiento migratorio. Los siida se levantan en tierras con buenos pastos, en las que las familias establecen sus gammes o cabañas fijas más robustas –hechas con madera, corteza tepes y piedra- y que funcionan como residencia mientras trabajan en el cuidado, marcación y matanza de los animales. Entre el siida de verano y el de invierno, los samis viven en sus casas desmontables hechas a base de piel de reno y palos de abedul, los mencionados lávvus y goathis, que hoy día construyen con materiales más ligeros e impermeables. Llegar a uno de estos lávvus era nuestro objetivo.






Un día con los Samis


Antes de partir en busca de nuestros anfitriones, es muy recomendable una visita al Parque Sápmi de Karasjok, donde aprenderemos mucho sobre esta cultura de forma práctica mediante un extraordinario audiovisual y un recorrido al aire libre por la recreación de su modo de vida, llevada a cabo por ellos mismos, en uno de estos siida. En este parque conoceremos además cómo trabajan su artesanía, basada en productos con una función práctica. Del reno aprovechan casi todo; la piel para ropa y cubiertas, los tendones como hilo de coser, y los cuernos y huesos para elaborar finos instrumentos. Destacan productos como el cuchillo sami –un verdadero multiusos-, la ropa de llamativos colores, y los utensilios y joyas de plata.






Hemos quedado con nuestro guía en las preciosas cabañas de “Jergul Asttu”, desde donde subiremos al altiplano donde ha acampado esta familia compuesta por madre e hijo. Puntual a la cita, el hijo aparece con su moto de nieve y un austero remolque en el que nos acomodaremos abrigándonos hasta la saciedad. Convenientemente pertrechados, partimos hacia el “mountain plateu”. Es necesaria media hora de aproximación para alejarnos de cualquier signo de vida y adentrarnos en la inacabable tundra. Cuando la sensación de soledad es extrema, y sólo nos tranquiliza el saber que el guía no puede ser más apropiado, cruzamos lagos helados, y monótonas extensiones en las que no resulta fácil orientarse hasta avistar, al fin, un solitario lávvu donde éste vive con su madre.



Bajamos de la moto deseosos de integrarnos con ellos y participar en su vida cotidiana. El enclave se ve rápido, pues salvo la tienda y los tres renos domesticados que aguardan en el exterior atados a unas ramas, poco se puede hacer y lo mejor es aceptar la invitación de entrar al lávvu y sentarnos junto al fuego. Nos acompaña Josef, buen conocedor de la familia y de la lengua sami, así que gracias a sus dotes de intérprete, podemos mantener una larga conversación entre tazas de café bien caliente, leño y leño consumido, y un vaivén de lenguajes: sami –dialecto north-, noruego, inglés y español. Bajo el calor del fuego, tumbada de medio lado, la madre se muestra cada vez más natural y no se resiste a interpretar los joik -canciones típicas samis- amenizando la conversación y ayudando a meternos en ambiente. Poco a poco vamos conociendo más cosas sobre esta familia y su pueblo, cosas sorprendentes, nos explican cómo han llegado hasta allí y qué hacen durante el día en circunstancias tan duras, rodeados de metros de nieve por la que uno se hunde hasta la cintura. Las preguntas y respuestas surgen irremediablemente pues es mucha la curiosidad que sentimos ante algo radicalmente opuesto a nuestro modo de vida. Surgen todas las cuestiones menos una: ¿cuántos renos tienen? preguntar esto es como pedir que confiesen el nivel económico de la familia, así que jamás podríamos esperar una respuesta sincera, nos advierte Josef. No obstante nuestro anfitrión sonríe, conversa algo con su madre, y nos dice: “doscientos”. La respuesta es cuanto menos sorprendente pero nos abstenemos de preguntar si eso es mucho o poco. A juzgar por la cara de satisfacción, debe ser una buena cifra.

 Es hora de abrigarse y participar de verdad en las tareas, así que salimos fuera y preparamos los renos para tirar del trineo. Una vez todo listo, sólo resta observar cómo se debe conducir al animal y dar una vuelta con el trineo (un par de años antes ya tuve ocasión de hacer algo similar en Finlandia y la experiencia no era nueva). Sólo de esta manera puede hacerse uno una idea de lo duro que debe ser desplazarse kilómetros y kilómetros por la tundra.


El recorrido es corto, aunque no queda lejos una granja de renos que bien merecería una visita, pero no disponemos de más tiempo antes de que caiga la noche y es preciso regresar.


De vuelta al calor de la chimenea de las cabañas “Jergul Asttu”, uno toma mayor conciencia de lo duro que es vivir en estas condiciones y de lo afortunados que hemos sido al poder experimentar vivencias como las que acabamos de realizar.


viernes, 3 de diciembre de 2010

5º Día (I). El apasionante mundo del mushing




Hoy nos quedamos en Karasjok, henos madrugado para pasear por la ciudad y esta mañana tenemos dos actividades previstas, a cada cual más interesante. De inicio un contacto con el apasionante mundo del mushing y después una incursión en la tundra para conocer y compartir momentos inolvidables con una familia sami… ahí es nada.


Así que, como hay mucho que contar, voy a dividir estas experiencias en dos post.






Aquí, en Karasjok, reside Sven Engholm, un noruego dedicado profesionalmente a una actividad, el tiro de trineo de perros (mushing), que le ha consagrado entre los mejores del mundo. Desde hace muchos años, Sven se dedica también al desarrollo turístico de la actividad ofreciendo rutas de diferente duración que van desde un corto paseo por los alrededores de sus magníficas instalaciones, enclavadas en un precioso bosque, hasta una travesía de varios días de duración por lo mejor de la zona.


Hasta el momento de la realización de este viaje Sven ha ganado 10 veces la carrera de perros más larga de Europa (Finnmarkslopet) y ha logrado excelentes clasificaciones en la prueba internacional más prestigiosa del mundo, que se celebra cada año en Alaska. Con un anfitrión como él, la ocasión no puede ser más propicia para practicar la actividad.






El día amanece cubierto y pronto comienzan a caer hermosos copos de nieve mientras nos dirigimos a las instalaciones de Sven Engholm, muy cerca de Karasjok. Nada más entrar en la finca, el bosque de pinos se cierra y forma un ambiente de montaña excepcional. En el seno del pinar se encuentran una serie de cabañas en las que, además de haber establecido en una de ellas su acogedor hogar, recibe a las personas que llegan hasta este enclave para disfrutar de la paz y el relax más absolutos. Lo primero que sorprende cuando uno las visita es la originalidad de la decoración, para la que se han empleado elementos tradicionales de la zona y el buen gusto desplegado en cada objeto. El interior no puede ser más acogedor. Más sorprendente es pensar que absolutamente todo es obra de este gran musher. Sven llegó al lugar un buen día –según nos comentó, después de haber recorrido toda la orilla del río hasta la frontera con Finlandia en busca del sitio apropiado para asentar su nuevo hogar- a fe que acertó con la elección y allí comenzó a construirse él mismo una enorme cabaña de troncos de madera-, a ésta siguió otra, y luego otra, y otra. Lo dicho, un enorme trabajo hecho con sus propias manos.






Junto a una de estas cabañas se encuentra el recinto destinado a los perros. Estos animales son fieles y cariñosos como pocos, especialmente el perro líder -la mano derecha del musher-, que en el tiro se coloca en cabeza y es el que marca el camino al resto obedeciendo con celeridad las órdenes de Sven.

 En esta ocasión vamos a realizar una ruta que transcurre en su primera mitad por el bosque de coníferas y abedules y posteriormente por terreno abierto junto al curso del río.


Por el bosque los perros se desenvuelven a las mil maravillas describiendo un particular slalom entre los troncos y sorteando sin aparente esfuerzo subidas y bajadas del terreno. Poco a poco la ruta desciende hasta las proximidades del río, donde existe una ribera muy despejada de vegetación en la que ahora el peor enemigo de los canes es el viento. Por suerte hoy no hay mucho viento, y se ve que disfrutan haciendo lo que más le gusta: correr. Aunque parezca lo contrario, los perros de tiro disfrutan más con el trineo que tumbados en sus casetas; de esto uno se da rápidamente en cuanto ven al musher acercarse a ellos con correajes en las manos. Se retuercen dando saltos de alegría y aullando deseosos de partir cuanto antes.


Tras recorrer un buen trecho junto al río es hora de regresar en busca del bosque por el que, ahora en ligera subida, nos llevará hasta las cabañas. Un café caliente y una buena chimenea es lo que más apetece en estos momentos, así que echamos un buen rato junto al fuego recordando la experiencia vivida y conversando con este gran aventurero antes de partir en busca de la familia sami.







miércoles, 1 de diciembre de 2010

4º día. Las auroras boreales



Kautokeino-Karasjok: 129 kilómetros.

El cuarto día de viaje estaba destinado básicamente al traslado entre Kautokeino y Karaskoj, es decir, las dos principales ciudades del pueblo sami. En Kautokeino se ubican la universidad sami, el teatro sami y el Instituto Nórdico Sami, mientras que Karasjok ejerce de capital política y administrativa con un Parlamento Sami (de extraordinaria belleza arquitectónica por cierto). En ambas localidades existen además completos museos sobre esta etnia.


Con la inestimable experiencia adquirida en los días precedentes, especialmente en la jornada del día anterior, en lo que a conducción sobre hielo y nieve se refiere, nos pusimos en marcha a media mañana, sin prisa, después de haber disfrutado de un pequeño paseo por las calles de Kautokeino. Algún resbalón en el hielo, pero nada que no forme parte del día a día… de los visitantes claro, pues la población local camina por la helada superficie como si de arena de playa se tratara.

 Ya en carretera, la distancia a cubrir era similar al día anterior. Un par de kilómetros menos para ser exactos. Las condiciones fueron similares con sol, nubes y la pertinente tormenta que de nuevo nos obligó a detener la marcha y buscar el calor de una chimenea. Sin mayores contratiempos, al llegar la noche entrábamos en Karasjok acompañados de un baile de auroras boreales como pocas veces había visto. Verdes, como tuvimos ocasión de disfrutar también el primer día en Alta. Las rojas son menos frecuentes. Es momento pues de que os cuente algunas cosas sobre las auroras boreales.



Las auroras son espectaculares fenómenos celestes que se producen en las regiones polares del globo terrestre.




En el Hemisferio Norte, las zonas donde se producen auroras boreales son Alaska, norte de Canadá, sur de Groenlandia, Islandia, norte de Noruega, norte de Finlandia, norte de Suecia y norte de Rusia. Hacia dentro de este óvalo imaginario (es decir hacia el polo) y hacia afuera (hacia latitudes más meridionales), la frecuencia de formación y posibilidad de observación disminuyen. Lo mismo ocurre en el Polo Sur cuando nos alejamos de la Antártida y el sur del Océano Pacífico.


Noruega, es seguramente la mejor zona para observarlas. Dentro de este país nórdico, la frecuencia, probabilidad y espectacularidad de las auroras es mayor cuanto más por encima del Circulo Polar Ártico nos encontremos. Finnmark, es por su ubicación y condiciones, la mejor zona para disfrutar con la presencia de las auroras boreales y Alta, la principal localidad de Finnmark, la verdadera "ciudad de las auroras", como tuvimos ocasión de comprobar nada más llegar. En Alta se encuentra un observatorio de auroras donde científicos de todo el mundo investigan estas espectaculares formaciones atmosféricas, pero no es preciso ni mucho menos mirar al cielo desde este observatorio para verlas. Basta con levantar la cabeza en las noches despejadas del invierno desde zonas no expuestas a la claridad (es suficiente con alejarse un poco de las pequeñas ciudades) para observarlas con toda claridad.






¿Cuándo observar auroras?


En contra de lo que se piensa, las auroras se producen durante todo el año, lo que ocurre es que durante la mitad del año éstas no pueden verse debido a que las regiones en la que se producen carecen de oscuridad por otro interesantísimo fenómeno llamado "Sol de medianoche". Al no anochecer nunca durante estos meses de verano, el ojo no puede apreciar las auroras.


De esta misma forma, durante el invierno, cuando si es posible observarlas con claridad, sólo se puede disfrutar de su espectacular presencia durante las noches oscuras y despejadas, si bien están presentes durante las 24 horas.


Las auroras se pueden observar desde el momento en que se hace de noche y hasta que amanece de forma ininterrumpida, pudiendo contemplar sin problema varias auroras o "Luces del Norte" en una sola noche.






¿Cómo se forman?


Va un poquito de física… (paciencia)


Tanto las auroras borelaes (en torno al Polo Norte) como las auroras australes (en torno al Polo Sur) deben su formación a fenómenos eléctricos y no relacionados con partículas de hielo o el reflejo del sol sobre el hielo de los Polos.


La formación de las auroras se debe a la interacción del viento solar con el campo geomagnético -la magnetosfera-, que envuelve a la Tierra, y con la ionosfera -en la atmósfera-.


El viento solar es un flujo de partículas cargadas (electrones -con carga eléctrica negativa- y protones -con carga positiva-), al que se llama plasma y que viaja desde el campo magnético del Sol a través del espacio a unos 400 km/s, llegando a la Tierra en 4 ó 5 días.


El campo terrestre magnético (concentrado en los Polos) repele este viento solar pero una minoría del plasma logra penetrar en la Tierra atraído también por la carga magnética de los Polos.


La capa más externa de la atmósfera, la ionosfera (llamada así por la gran cantidad de iones: átomos de oxígeno y nitrógeno con carga eléctrica, originados por los rayos ultravioleta procedentes del Sol) está situada a unos 60 kilómetros de altura y es aquí donde se producen las auroras por interacción eléctrica con el viento solar. Las auroras boreales están por el borde exterior de la ionosfera a unos 90-100 kilómetros de altura.


Las auroras se observan como un efecto luminoso por la reacción de excitación-desexcitación de las moléculas. Los electrones del viento solar chocan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno de la ionosfera terrestre excitándolas, y éstas luego se desexcitan mediante una reacción química que emite luz: verde las de oxígeno y roja las de nitrógeno. Los colores de las auroras.


y después de todo esto que cuento (gracias por la paciencia) os preguntareis ¿qué se ve?


El espectáculo comienza con una primera fase tenue en la que pueden confundirse con nubes. Pronto esta "mancha nubosa" va adquiriendo fuerza en su luminosidad y describiendo una especie de arco luminoso que se desplaza por el cielo destellando con intensidad variable y generalmente de oeste a este. Suele aparecen trazos rectilíneos en la dirección del norte magnético terrestre por lo que se han relacionado con el campo magnético terrestre.


Fácilmente, el tamaño de la aurora puede cubrir la mitad de la bóveda celeste repartida en diferentes trazos que avanzan describiendo un elegante baile sobre nuestros ojos alucinados.


Las auroras poseen una magia especial que hace que siempre causen admiración, sea cual sea su tamaño, cuando aparecen en las noches despejadas de Finnmark.





Después de recrearnos con los bailes con los que nos deleitaba las luces del Norte, era momento de marcharse a descansar pues al día siguiente aguardaba un día de lo más completo y emocionante. El mushing (trineo de perros) y la visita a una familia sami que pastoreaba con sus renos.